lunes, 29 de septiembre de 2008




LECTURAS DE OTOÑO – I I–

Vivir los momentos

La vida -dice O. Wilde- es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos". No obstante disiento del gran escritor en sutiles matices porque para mí no cuenta tanto la metáfora tiempo como el vivir en plena conciencia y con absoluta exquisitez cuanto nos va sucediendo.
La vida no podemos medirla en años, ni en días, ni tan siquiera en cuartos de hora, la vida es una sucesión de momentos que en cadena y en el repente de un flash nos ilumina al fin de que vayamos troquelando el camino que conduce hacia nosotros mismos.
Sí, hasta el momento postrero nos queda tiempo para escribir una palabra, al menos, sobre el blanco tapiz de la vida.
Y un momento es la salida del sol y el ocaso, y un momento es la sonrisa de un niño y el perfume de una flor, y un momento es el repique de campanas, y el paso de un coche fúnebre, y un pájaro que canta, y un ser humano que llora, y un momento es la euforia y otro la depresión y tristeza...
Sólo vivimos momentos sumergidos en el vaporoso agridulce que, en definitiva, viene a ser la vida, pero la vida fluye como los ríos y nadie puede bañarse dos veces en la mismo agua.
De ahí que la bebamos a conciencia de que gota a gota corre sin retorno.
No hay marcha atrás en el tiempo. Tan sólo disponemos de ese maravilloso momento que, en este mismo instante, tenemos en nuestras manos.
¿Por qué no vivirlo con la exquisitez de lo efímero y no obstante trascendente?
Mi momento presente, un amanecer de nubes, el perfume de la hierbabuena en mi maceta, una ambulancia que pasa...
La mejor palabra para acuñar todos los momentos de la vida: amor.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

LECTURAS PARA EL OTOÑO - I -

¡GORRIONCILLOS que revoloteáis a mi alrededor! Quisiera ser vuestra amiga, y quisiera cogeros, acariciaros, notar en mis manos el cálido palpitar de vuestro minúsculo corazón y, en un instante, devolveros a la libertad.

Pero me huís; lo entiendo. Para vosotros, ¡qué peligroso pajarraco debo parecer! ¡Qué monstruoso espantapájaros! ¿Verdad?

También yo me noto, a veces, rodeada de gigantes de feos espantapájaros los que huyo por muy dulces que sean sus canciones.

¡Ojalá que alguno deseara tan sólo acariciarme para después devolverme intacta a la libertad!

Pero no me fío. Al igual que vosotros, no, no me fío; levanto vuelo, huyo…

Y tú, pobre espantapájaros, ¡quítate la careta que veamos tu verdadero rostro de una vez! Mejor siempre el propio que el ajeno. ¿No ves que así tan sólo espantas a inocentes gorrioncillos?

¡Pobres! ¡Si lo único que quieren es bajar al huerto, y escuchar el sonido fresco de los canalillos de riego!

¡Si lo único que quieren es ver cómo el borriquillo de ojos tapados da vueltas a la noria! ¡Si ellos, eclipsados en el ayer, sueñan desde sus nidos con planteras y riegos, con crepúsculos y Ángelus, con primaveras de azahares, con veranos de jazmines…!

¡Déjalos, tonto espatanpájaros! Si ellos serán siempre el ayer, el hoy, el mañana… Isabel Agüera

miércoles, 17 de septiembre de 2008

COMENZAR CON BUEN PIE

Diario Cordoba Educación
Portada > Educación
17/09/2008

VALORES.
Comenzar con buen pie
17/9/2008 ISABEL AGÜERA

Confieso, y soy consciente de que mis palabras pueden causar, como mínimo, extrañeza a una generalidad de profesores, que para mí el regreso a las aulas, ha sido siempre algo festivo y celebrado el reencuentro de compañeros, novedades, expectativas y, sobre todo, el alumnado, aire siempre nuevo que me reconciliaba con ilusión y creatividad, a la mayor aventura de mi vida: la de educar y educarme en el sentido literal de los términos.
También hoy, lejos de las aulas, vuelven a mí niños y niñas que, con cartera al hombro, llenas de ilusiones más que de libros, portan en sus limpias miradas, en su francas sonrisas, sueños de futuro que traducidos al presente, un nuevo curso, depositan en manos de sus maestros.
Desde mis primeros pasos por el magisterio comprendí algo trascendente que he tratado fielmente de seguir a lo largo de mi vida profesional: Educar es algo más que verter contenidos conceptuales, a fin de que los alumnos aprendan mucho sobre determinadas materias, educar es, ante todo, el arte de abrir caminos, despertar mentes, crear sueños para que, desde la autonomía y libertad puedan regir, administrar y gobernar sus propias vidas. . Educar, en definitiva, es el arte de crear.
Crear personas que, desde sus posibilidades, desarrollen capacidades, aprendan valores y entiendan que el mundo es el escenario de todos, desde el cual podemos descubrir horizontes de luz blanca hacia donde caminar o profundos agujeros negros que nos sumerjan en un estancamiento farragoso que envilezca nuestras vidas.
Buen pie para empezar deseo a todos mis compañeros y una explícita medio súplica: No os detengáis ante los problemas que serán, que son muchos, sin duda: siempre los hubo y siempre los habrá. Jamás el escultor se exilia ante la dureza de la piedra; la golpea con mayor fuerza y tino porque no pierde de vista la obra que se esconde en ella.

lunes, 15 de septiembre de 2008

QUERIDO CORREO


Querido correo
16/09/2008 ISABEL Agüera
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Esta noticia pertenece a la edición en papel.

¡Vaya verano que nos has dado, querido correo! Días y más días sin rastro de tu paso por los buzones que casi hablaban y protestaban al verse atiborrados de propagandas y algún que otro sobre con el aburrido membrete de bancos y cajas.
Sin que sea ese mi camino me he vuelto algo nostálgica de aquellos años por aldeas de un puñado de habitantes que, cada día, a la caída de la tarde, esperábamos expectantes en la placita de tierra y naranjos a un cartero que, con los rigores de todos los tiempos y pedaleando una vieja bicicleta, era fiel con su compromiso de portar una o dos cartas.
¡Cómo nos emocionaba el verle llegar por caminos de polvo o barro! Recuerdo cuántas veces, y con cuánto agrado, se convertía en lector y traductor de aquellas misivas cuyos destinatarios eran gente analfabeta que derramaba lágrimas de alegría o dolor, al ritmo de sus palabras, que repetía una y otra vez hasta leer de un tirón.
Mi transitar por los días no arrastra la rémora del pasado porque mis pasos los oriento en dirección al amanecer de cada día, nuevo y distinto, en el que me instalo. Pero desde hace años, y el colmo ha sido este verano, tú, mi querido y bien recordado correo, has hecho que me repita esa frase cargada de pesimismo, creo yo, de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Y sí, es lamentable, al menos en lo que respecta a este servicio, y máxime con los medios que hoy día cuenta, el que las pocas cartas, escritas de puño y letra, las invitaciones, etc., nos lleguen con fechas caducadas.
Y yo me hago la eterna pregunta: ¿Qué es mejor, lo público o lo privado? ¡Claro, querido correo, que tú me dirás que eres semi! Pero ya se te podía haber pegado lo mejor de ambos sectores. ¡Digo yo! No me vale esa excusa, ni culpo a los carteros. ¡Qué va! Ellos son, y bien lo sé, unos mandados.
"A veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas". Pero llegan.
* Maestra y escritora

domingo, 14 de septiembre de 2008


TRAS LOS MAYORES CAMINA SIEMPRE UN NIÑO. PROCUREMOS QUE NUESTRAS HUELLAS SEAN PROFUNDAS PARA QUE NO PIERDA EL NORTE.


martes, 9 de septiembre de 2008

EL LOCO

Hacía frío ya.
Los primeros aguaceros habían asentado el polvo de los jardines.
Todo el paseo era como una misteriosa y repentina caída del otoño.
Atrás quedaban los jugueteos de niños por caminos y fuentes. Atrás, los reposados silencios de los viejos. Atrás, los alegres y cómplices coqueteos de los enamorados.

El paseo era una sombra sin más perfiles que las copas peladas de los plataneros, sin más vida que la de aquel desarrapado y pobre "loco" que seguía paseando encogido como si siempre llevara frío, con la cabeza acurrucada entre los hombros y todo su pequeño cuerpo en un incontrolable tic que se adivinaba entre los pliegues de una vieja gabardina.

Día tras día, en todas las estaciones, recorría, de la mañana a la noche, el paseo, camino del río, y allí, justo en la orilla, entre álamos y cantos de pájaros, se quedaba eclipsado en interminables murmullos que nadie entendía y que más bien parecía como si hablara a la corriente.
La gente, con indiferencia, al verlo pasar, repetía: ¡Cualquier día no vuelve!

¡Pobre loco! ¡Ojalá que vuelva siempre! ¡Ojalá que no le dé por irse con la corriente en busca del mar! ¡Ojalá, cuando llegue la primavera, mis ojos puedan regresarlo de nuevo, como regresan las golondrinas, las flores, las mariposas, los niños, los ancianos… los enamorados.


¿Por qué extraña historia se habría vuelto loco?
¿Acaso estaba cuerdo y nadie lo sabía?

Han pasado años, pero lo sigo viendo, como un bulto, como una sombra que se deslizara ausente de la realidad que éramos todos, que somos todos...

¿Por qué nuestros ojos sólo verán pobres locos, seres humanos que andan sueltos, tragándose, a malas penas, las razones de su locura?
¿Por qué en nuestros corazones no habrá lugar a tantos dementes que sanarían con amor?
¿Por qué será?
¿Por qué estaremos tan ciegos para nuestra locura y seremos tan videntes de la locura de los demás?
¿Por qué al pobre “loco” aquel le daría por ir y venir al río?

lunes, 1 de septiembre de 2008

NOSTALGIA

LA TORMENTAl

Por el horizonte, relámpagos, rayos, truenos gordos... Se iba la luz.
En las casas se encendían velas y mariposas que chisporreteaban y exhalaban un humillo negro que olía a sebo, se colaba en la nariz y carraspeaba en la garganta.

Arreciaba el viento y la lluvia. La gente se recogía con prisa. Tan sólo alguna que otra linterna centelleaba por las calles, confundida con el dislocado vaivén de los plataneros en la plaza
El campanín de la iglesia se aventaba solo, desorbitando el miedo de los pequeños y acelerando el rezo de los mayores: Santo, santo, Señor de los ejércitos...
Chasquidos como de piedras golpeaban de pronto tejados y cristales. Granizos que rebotaban en el asfalto como un divertido baile de guiñol.
Y se veían brazos infantiles, extendidos por las ventanas en incesante intento de atrapar alguno, y el agua corría por las calles, formando riachuelos, hasta llegar a las alcantarillas, y allí se quedaba estancada y formaba lagunas que amenazaban con entrar en las casas, y había estrépito de cubos, y algarabía de chiquillos...
Las abuelas, acariciando cuentaS, rezaban, en incesante murmullo, el rosario, al tiempo que se santiguaban y encendían mariposas a la Virgen del Carmen.
La tormenta se alejaba por el horizonte, dejando tras ella un cielo estrellado en medio de un puzzles de nubes que se iban desmadejando como si el ángel de las tormentas hubiera tirado, al fin, del cabo, y sólo, como rastro visble de su paso, sobrevolaran vaporosas pelusas que arrastraba el viento.
En la calle, bajo arcaicas bombillas que recobraban su macilenta luz, se formaban corrillos que miraban al cielo, que comentaban, que en felices augurios, daban gracias a Dios porque todo quedaba en el susto.
Y los niños, en divertidas escapadas, y con prosaicos barcos de papel, asaltábamos charcos y arroyuelos que corrían por debajo de las aceras. Y allí ingenuas porfías: hacer navegar nuestros mágicos barquitos.
La gente dormía, al fin, tras la tormenta. Sólo las canales, recogiendo agua de los tejados, como relajantes adormideras, en el sopor de la noche, seguían y seguían.
Y yo me acurrucaba en mi cama. Y soñaba que mi barco no se hundía, que desafiaba la tormenta, que el mundo estaba allí, en mi pueblo, en mi casa, en mi cama...
Pero hoy estorba la tormenta, estorba la lluvia, las goteras... Hoy estorba todo lo que no sea culto al dinero, al placer, prisas, competitividades... al consumo. Se perdió la ilusión por las maravillosas cosas sencillas y cotidianas.
Valdría la pena vivir aunque sólo fuera para respirar la calma que esparce a su paso la tormenta. En un pueblo, en una aldea, en cualquier lugar del mundo
Algo que no deberíamos olvidar cuando truena fuerte el dolor y nos llora el alma.