miércoles, 21 de enero de 2009

FAMILIA Y RAÍCES

Lo mejor de las Navidades, y porque así lo viví en mis años de infancia y juventud, son los encuentros familiares, ya que, a lo largo del año, por trabajo y obligaciones, nos vamos distanciando unos de otros. Es curioso observar cómo son los niños los que más gozan con estas vivencias en las que, con el mejor espíritu, y en torno a los mayores, la familia come, juega, ríe, cuenta historias, etc.

Y sorprendente me resultó este año la confesión de uno de mis nietos que, con la sonrisa de oreja a oreja, exclamó: ¡Pues yo quisiera saber quiénes fueron mis bisabuelos, mis tatarabuelos, todos, y quisiera saber en qué trabajaban, cómo eran, etc. Eso tiene que ser chulo. Por supuesto me hice el propósito de escribirle un cuaderno y llegar, con pelos y señales, hasta dónde mis recuerdos y conocimientos alcanzaran.
Lo importante, y creo que se trató para mí de un descubrimiento, fue comprobar cómo, en un mundo donde el peligro del anonimato, el olvido de orígenes y genealogía se va asumiendo en aras de un aquí y ahora, un chaval de catorce años, al sentirse arropado, compartiendo con los suyos momentos inolvidables, expresara el deseo de saber quiénes fueron y cómo fueron sus antecesores.
Sinceramente, me prometí reivindicar, casi como asignatura obligatoria, al menos para los padres, el estudio elemental de esta disciplina porque la genealogía nos da un lugar en nuestra sociedad, nuestro pueblo, nuestra historia y nos pone en contacto con acontecimientos que se leen a veces con indiferencia en los libros de texto como si pertenecieran, prácticamente, a otra dimensión, y puede que esos nuestros ignorados bisabuelos fueran protagonistas, luchadores activos implicados en la construcción del mundo que hoy nos toca vivir y que de seguro desearon mejor.
Saquemos las amarillentas fotografías de nuestros ancestros y construyamos el árbol genealógico.

www.diariocordoba.com

lunes, 19 de enero de 2009

DALTÓNICOS DE DIOS

> Opinión
20/01/2009 Daltonicos de dios20/01/2009 ISABEL Agüera
¿Quién soy yo --me estoy preguntando desde que coloqué el título de este artículo-- para hablar de Dios? Aunque, claro, bien pensado, ¿quién son los demás? ¿Qué pueden saber que yo no sepa? ¿Hay, acaso, en algún lugar del mundo un laboratorio que haya probado algo y me lo esté perdiendo?
Mi cuento, ¡claro! va como anillo al dedo: Dos hombres cultos y grandes amigos comían en un restaurante. De pronto se enfrascaron en una absurda discusión acerca del color del mantel. Uno decía: es verde. El otro: es rojo. Poco a poco, rojo, verde, verde, rojo, se fueron subiendo de tono de forma que los escuchó un amigo de ambos: ¿cómo puede ser que andéis peleando por el color del mantel? --exclamó-- ¿Os habéis vuelto locos o habéis perdido la memoria? El mantel no es ni rojo ni verde: es marrón. ¿Acaso no recordáis que los dos sois daltónicos? Otro hombre que también escuchaba atento se dijo: ¡qué disparate! No caen en la cuenta de que son daltónicos los tres: el verdadero color es azul.
Hace tiempo me hizo tilín esta frase: estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que en ese mundo, que está dentro de nosotros, es donde deberíamos intentar vivir. Sí, del tal O. Wilde .
El caso es que siempre he creído que Dios también es como distinto para cada uno, que, daltónicos totales y aferrados a nuestras creencias, cogemos a Dios, lo subimos y bajamos en los bus --que sí, que no, como la parrala--, o lo usamos como manitas de nuestros desmanes. Creo yo que otras pancartas deberíamos enarbolar por el universo. Mi Dios único, y respetando el de los demás, es el Dios del primer mandamiento, el Dios del amor. Sí, porque el que ama lucha, busca, reivindica la paz, la justicia, la igualdad...
El amor no se pasea; no se impone, el amor, en silencio, sale del corazón y lo cambia todo.

domingo, 18 de enero de 2009

ENTRE PALMERAS


SOLEDAD

SOLEDAD

Mis ojos, sutil cámara de paisajes ocultos,
se cerrarán en polvo al negro reclamo de un día cualquiera.

Pero bajo el húmedo manto de la nada
las brisas primaverales, la caída de hojas en los otoños
las playas desiertas en los inviernos,
las sombras iluminadas de los recuerdos...
ondearan irisadas al conjuro de las madrugadas
al clamoroso aullido en noches de luna llena.

¡Sí, sí..!de mis ojos muertos, brotará la vida
Árboles pelados, coches aparcados, niebla, ¡mucha niebla!
Mesas separadas, frío, ¡mucho frío!

Y mi rincón en una anónima cafetería,
y mis ojos que se alargan, buscan y a cada cosa preguntan:
¿Dónde estás..? ¿Eres tú.. ? ¿Por qué no contestas?

Y mi sutil cámara de sueños rotula al pie de página
de cada paisaje oculto en esta mañana,
que me duele en no sé dónde,
la única respuesta que me golpea
despabilando mis inútiles sueños
que se desvanecen en un temblor con nombre...


SOLEDAD