martes, 27 de marzo de 2012

Él vino en un barco

OPNIÓN/DIARIO CÓRDOBA
ISABEL Agüera 28/03/2012
El vino en un barco- (¡Madre mía! ¡Pues sí que empiezo bien!) No, es que estaba pensando lo añejas que resultar ciertas costumbres, modas, usos que en su momento fueron como milagrosa válvula de escape a los conflictos, ¡muchos, muchos!, a las calamidades y privaciones en años de posguerra.

Y sí las golondrinas vuelven, y vuelve la primavera y vuelven las dificultades, ¡la dichosa crisis, vaya! Y, claro, si antes la gente se refugiaba en las iglesias, en la mesa camilla, en el porrón, en las canciones... ("era hermoso y rubio como la cerveza..."), hoy día nos quitamos la crisis de encima a golpes de televisión, fútbol y, de vez en cuando, un chute de vacaciones, de platillos de jamón (¿del pelotazo? ¡qué va!!) y, si se presenta, sustanciosa y polémica tertulia sobre los recortes.

¡Ah, bueno, y a propósito de recortes! ¿y una vez que resultemos bonsáis, qué? Porque los tertulianos no creamos nada de nada y los políticos menos. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Recortamos el mundo? Yo creo que sí, que nos queda grande, aunque, pensándolo bien, falta sitio para muchos: ¿qué ha sucedido con los niños rumanos y sus familias? Pues eso, que sus pobres chabolas no cabían en la ciudad y allá que fue la señora grúa y a las dos de la madrugada, ¡cielo raso! y adiós muy buenas.

Y no me conteste, señora grúa, que me sé de memoria todito lo que me va a decir, pero son seres humanos, europeos para más inri, y son niños, que lo que más le importaba, en aquellas irreverentes horas y en medio de aquel desastre, era salvar su almohada y su mochila del cole.

¡Cómo cantaba la generación "S"! Hoy nadie canta o tal vez, como enanitos que es a lo que vamos, deberíamos entonar el, "Aitón, aitón, a casa descansar"

Que vuelvan las golondrinas, la primavera y que sigan las podas que ahí están las grúas para recortar sobras. ¡Los niños, no, que sigan creciendo, por favor, que sigan cantando, ellos!



*Escritora



miércoles, 21 de marzo de 2012

Difícil Adolescencia

DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN

No hay día que conductas de jóvenes y adolescentes salten como noticia de primera en los medios de comunicación. Y es cierto que hay casos que nos dejan tan descolocados como para expresar la visión más pesimista acerca de edades que, si bien han sido siempre conflictivas, hoy día su contenido se ha elevado a potencias inimaginables.
Una vivencia en días pasados me estremeció y embargó de tristeza y reflexión. Madrid. Tren, Talgo. Por el pasillo veo avanzar a una chiquilla de unos quince años, arrastrando una pesada maleta.

Detrás de ella, la madre. Su asiento, justo a mi lado. La chavalilla exclama: ¡Cuánto pesa esta maleta! ¿Qué hago cuando llegue? ¿Me estarán esperando?

Sin detenerse ni un solo instante, la madre, como una exhalación, desciende del tren exclamando: ¡Arréglatelas como puedas! ¿No dices que ya eres mayor?

Y aquella muchacha, cayendo encima de mí, se arrojó a la ventanilla medio gritando: ¡Mamá, mamá! Pero mamá, que se perdía entre una multitud, ni tan siquiera volvió la cabeza.

Hasta aquí parte de la vivencia, pero mis reflexiones, que no cesan, son hoy tema que trataré de reducir al máximo. Con un esquematizado bagaje, rescoldo de fantasías y escozor de intuiciones fantasmagóricas acerca del mundo de los adultos, llega el niño a la adolescencia en una especie de explosiva y desesperada búsqueda de identidad.

Y vuelve a situarse en el centro del universo, pero no ya como un ser improductivo al que alimentar, sino como un osado rebelde, un ser extraño que se aísla, que se encierra en su capullo para realizar una importante metamorfosis.

No podemos anatematizar, ni condenar y mucho menos abandonar ese trance del que puede surgir una bella mariposa, porque su grito, ¡mamá!, es un SOS: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Volvamos la vista. Están ahí: esperan  menos reproches y más repuestas.

lunes, 5 de marzo de 2012

Hombres Diez

DIARIO CÓRDOBA// OPINIÓN
ISABEL Agüera 06/03/2012


A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan: ¿qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creen conocerle.

Si hay algún libro del que siento envidia por no haber sido su autora es precisamente de este: El Principito.

 Y todo a cuento de un gran hombre, por supuesto, con nombre propio: José Peña González: cuatro licenciaturas, tres doctorados, innumerables obras y un larguísimo currículo, imposible detallar en tan breve espacio.

Este hombre diez lo conocí en nuestra Real Academia, como a otros muchos de gran categoría y prestigio. Al principio, entre su grandeza y mi pequeñez, apenas si alcanzaba a verlo, pero un día caí en la cuenta de que el hombre que yo buscaba estaba "dentro de la caja", y así era exactamente como yo lo quería.

Y no era pequeño ni estaba dormido. Era el amigo cercano, sencillo, educado, entrañable... Como canta el poeta de él se puede decir: "Me encuentro a gusto en mi flotilla rompe olas, navegando con todos. Compañero de barqueros y mineros, de todos los que se dan la mano, como y bebo con ellos".

Amigo Peña: nuestro Séneca, del que soy adicta en mucho, dice: "La adversidad vuelve sabio al hombre. Creo que en tu caso, las grandes adversidades dan lugar como dice O. Goldsmith al mayor espectáculo del mundo que no es otro que cotemplar a un hombre esforzado luchando contra la adversidad.

Mi admiración y cariño, amigo. No hay más que una historia: la historia del hombre --Tagore--. A tu historia, amigo Peña, le faltan muchos capítulos por escribir. Estoy segura de que estás en ello, y de que tu capacidad y prestigio seguirá siendo norte para tantos como te queremos y admiramos.

Derecho, camino  adelante.  Sí  se puede ir muy lejos en este nuestro pequeño-gran-planeta.



* Maestra y escritora