jueves, 28 de marzo de 2013

NAZARENO CON TEMBLOR DE CIRIOS

(Resumen de mi Pregón de Semana Santa)


Tañe la campana del convento, y en las calles, en las casas, en las puertas..., la tenue luz del alba comienza a desbaratar el sutil halo de la madrugada. Es Viernes Santo. Ya Jesús ha sido azotado, coronado de espinas, condenado... Ya, nazareno que camina roto bajo el peso de la cruz, es sólo mirada que nos sale al paso en agonía y nos lacera el alma y nos silencia en palabras que se tornan suspiros y soledad en el esplendor de luces en primavera. ¡Qué solos nos sentimos los hombres! ¡Qué grande Jesús Nazareno!

¿Cómo a los hombres, Señor, sonríes / mientras sollozan tus sentidos / y te azotan los lívidos silbidos / que estampan la columna de rubí..? / ¿Cómo es posible que tu amor confíes / a los hombres, Señor, endurecidos Y cómo de tus labios doloridos / el ámbar dulce del perdón deslíes…

Nuestro Padre Jesús se dirige a la plaza. Allí la tradición y la historia petrificadas en un ancestral castillo, allí, a mano de su túnica morada, las viejas aceñas del río, los tamujares del puente romano, los chispeantes murmullos de los modernos surtidores, allí, ante su Nazareno, puede escucharse el sobrecogedor silencio de un pueblo que se apiña, suspira, que, año tras año, espera expectante el encuentro con el apóstol amado, Juan, el encuentro con la mujer pecadora, María Magdalena, el encuentro, dolor y angustia, con su madre, Nuestra Señora de la Soledad.
¡Y cuántas lágrimas derramadas al repique del tambor! Son los recuerdos de otros tiempos, y son los años vividos en tradiciones que nos hicieron crecer en amor a nuestro pueblo, y son ausencias de seres queridos que nos precedieron y que otros Viernes Santo, presencia viva, estaban allí, como están los naranjos, las cigüeñas, como sigue, y nos embriaga, el azahar en primavera.

Lágrimas hay en el aire / reflejos de luna verde / mi Dios con temblor de cirios / por la calle viene .

Y la sentencia cantada se cumple, y el cuerpo ensangrentado de Cristo, sobre la cruz clavado, a hombros de briosa juventud, recorre las calles del pueblo que se torna alfombras de luto, mantillas, saetas, tambores, trompetas... Lloran el jardín del Lirio y las aceñas del Guadalquivir; lloran mujeres y hombres; llora el mundo; se oscurece el sol. Dios ha muerto y un toque de queda nos conjura a velar con fervor, con esperanza, con amor, porque al tercer día, Cristo resucitará.

Pero el Viernes Santo es noche, y es silencio y es tremenda soledad.

domingo, 24 de marzo de 2013

Universo de vida

EDUCACIÓN / DIARIO CÓRDOBA
ISABEL AGÜERA
  20/03/2013




El pasado día veinticuatro de febrero se celebró en Andalucía, y a bombo y platillo tan solo en los medios, creo, porque hubo maestros que ni tan siquiera se enteraron, el tradicional Día del Maestro o de la Educación. Hoy quiero unirme, a mi manera, a tan lejana fecha ya, con mis mejores palabras dedicadas al magisterio, más que mi modus vivendi, mi universi vitae.
Sí, mi universo de vida, y es que ser maestro es algo tan importante, trascendente y casi divino que me viene grande la palabra y hasta miedo he sentido siempre de asumirla como una forma más de ganarme la vida, porque entraña una inquietud constante por hacer correr la llama del saber, conscientes de que la cultura es uno de los mayores bienes que podemos legar a la humanidad.
Donde haya un hombre culto, habrá un germen, una fuerza viva capaz de fermentar, en sabores nuevos, nuestra sociedad tan corrompida de egoísmos que inevitablemente nos arrastran para defender, proteger y salir a flote con nuestras individualidades.
Ser maestro de escuela es gozar del privilegio de poder conducir a los alumnos hasta el umbral de sus propias mentes, donde yacen adormecidas las auroras de sus entendimientos.
Ser maestro de escuela es respetar la individualidad y creatividad ilusionada y expectante, de cada uno de los alumnos, maestros olvidados de un tradicional y malsano paternalismo que engendraba individuos sumisos, impersonales, receptores de la escala de valores, implacable, patriarcal y dominadora, de sus maestros.
Jamás un maestro debe ser un conformista y pasivo burgués espectador que se limita a cumplir con su deber las horas diarias que dura su trabajo.
Un maestro es un luchador, un creador, un soñador, que, sin perder jamás su dignidad, sabe que su meta no la lleva  en el bolsillo, sino  que está en la mirada atenta e ilusionada de sus alumnos, su universo de vida.







miércoles, 13 de marzo de 2013

Querida Conchita



Cito textualmente palabras de alguien que refiriéndose a la amistad decía: "A veces necesitamos mucho tiempo, mucho esfuerzo para ir avanzando en el conocimiento de otro, para consolidar una amistad. Suele ser lo habitual, pero sin embargo hay otras ocasiones en las que el avance del conocimiento se produce a una velocidad tan insospechada que nos deja perplejos".
Y este fue mi caso contigo, querida Conchita, que te fuiste cuando no hace tanto me prometiste una visita.
Nos conocimos en los años setenta en aquel nuestro centro de trabajo, Joaquín Tena Artigas . Y bastaron unas palabras mías para que, haciendo tuyas mis inquietudes, me ayudaras y facilitaras la realización de tantos y tantos proyectos y trabajos...
No, no asistiré a tu funeral porque tú no estarás allí para preguntarme por qué lloro, ni para ofrecerte a traerme a esta mi casa que hoy, en soledad, nota cómo un halo de tristeza la invade por la noticia de tu muerte.
No obstante, un vaivén de recuerdos me devuelven a la amiga generosa, entregada, trabajadora, a mi amiga de siempre, a la maestra diez, a la mujer que valoraba y elogiaba mis pequeños éxitos, aceptando, sin reparo, sin envidia ni competitividades, mis divergencias, en muchas cosas, contigo, ante las cuales siempre tenías una salida divertida, comprensiva.
¡Cómo amaste a los niños! ¡Cómo querías a tus amigas, a tu familia! Wilde dice: "Hay que elegir a los amigos por su elegancia y belleza".
No sé qué viste en mí, querida amiga, pero tú eras la personificación de ambas cosas, y es por eso que toda la ternura que puede generar mi corazón a estas altas horas de la madrugada, cansada ya de muchas historias pasadas, tome vuelos mi fe y te diga: espérame, amiga, para que con el poeta te diga: ¡Mira, mira, Conchita, cómo sigue vivo el sol! ¡Mira cómo sigue viva la mañana! ¡Y como corren la snubes y llegan los pájaros emigrantes!
No, no puedo mandarte un adión, te mando, sí,   un ¡hasta mañana! Espérame, querida amiga para seguir hablando de nuestros alumnos, de nuestras inquietudes y también, ¡claro que sí! de nuestras limitaciones, hoy. Espérame.




Tener clase


 Es cierto que está de moda el ir alardeando de buena imagen, raíces, buen verbo... presumiendo y pregonando a los cuatro vientos una cierta indiferencia por determinados valores y una excesiva preocupación porque se nos vea lo progres e integrados en la modernidad que estamos. Decía Balzac: El hombre, la mujer que en la moda sólo ve moda, es idiota.

Y es que la gran belleza, aquella que es hija de todos los tiempos, las belleza que imanta y arrebata no depende exclusivamente, ¡ni mucho menos! de esa envidiable apariencia que, a base de estar atentos al último grito del consumo queremos adherir a nuestra piel. La belleza, la buena y cautivadora figura, olor de multitudes, poco o nada tiene que ver con este frenesí, mito de los tiempos y fruto de los medios de comunicación que, constantemente, nos bombardean con maniquíes, vacíos de alma, si bien luzcan todos los atributos exigibles para la seducción.

Pero, ¡cuántos a la caza de esa suprema imagen descuidan, desprecian lo esencial!. También Balzac solía repetir que el espíritu del hombre se adivina por su forma de llevar el bastón, y yo, sin despreciar por supuesto los signos por pequeños que sean e incluso las insignificancias, a un taxista anónimo que me ha cautivado por su educación, nobleza de alma, por su estilo y clase, quiero decir desde está mi sencilla columna que su halo me ha provocado sentimientos de ternura y amor.

Y ha sido su saber estar, el confesar humildemente su ignorancia, sus largos caminos de respetuosos silencios, su compostura, su obsesiva complacencia... ¡Cuánto tendríamos que aprender de un aparente vulgar taxista! Jamás deberíamos negar la entrada en nuestra vida a un hombre, mirando sólo su imagen, su apariencia, porque de hacerlo nuestra vida jamás será completa. La nobleza de espíritu es lo que importa. La elegancia, el saber estar siempre dónde y cómo nos corresponde, es nobleza con mayúscula, porque no son los hábitos los que importan; sino el alma que hay bajo ellos, pero si además somos capaces de asumir con dignidad las modas, estaremos en el blanco justo de la diana.





martes, 5 de marzo de 2013

Homenaje a mi madre

OPINIÓN/DIARIO CÓRDOBA
5/3/2013

PARA TÍ, MAMÁ, POR LO MARAVILLOSA QUE ERAS

Fue un once de marzo, cuando una mujer, mi madre, moría en el Hospital Provincial de nuestra ciudad, cuando los ciruelos japoneses y los pájaros emigrantes eran ya preludio de eminente primavera. Hasta las puertas del quirófano, de donde no regresó, mis manos apretaban las suyas y mis ojos y los suyos, fundidos en palabra silenciadas, nos dijimos adiós.
Hoy, para celebrar el Día de la Mujer, quiero evocar su recuerdo y con él, rendir homenaje a una generación de mujeres que, como ella, no tuvieron más opciones que las marcadas por la tradición, predicadas por la Iglesia y asumidas sin más alternativa ni posibilidad de elección, vidas y muertes de electro encéfalo plano: casarse, tener un montón de hijos, administrar llaves --en el caso de mi madre--, trabajar sin descanso en el hogar y poco más.
Hay quien opina que se trataba de una deferencia heredada de los hombres hacia la mujer, al asumir ellos los trabajos duros del campo --algo que también competía, por cierto, a las mujeres-, el ir a la guerra, llegado el caso, como llegó, etcétera. Impensable, por una parte, preguntar a la mujer si tal privilegio era o no era de su elección, por otra, ¿acaso el hecho de parir hijos, criarlos, llevar a cabo los trabajos caseros eran "versos" de arte menor?
Me siento, no obstante, orgullosa de mi madre que, por católica --en palabras de ella misma--, tuvo nueve hijos a pesar de su pésima salud, administró el gran llavero de todas las estancias de la casa, etcétera, pero fue mujer adelantada a su tiempo: era solidaria con los marginados, tolerante,  leía novelas y cuentos, tan en boga en aquellos años, tocaba el piano, era soñadora, tenía sus exquisitos caprichos: pañuelitos de seda, esencia de rosas, cajita de música, etc. Le gustaban las violetas, la música clásica... Se cuidaba las manos, se vestía no al uso de los tiempos, no era aficionada a hacer primores... en el pueblo la llamaban, y la siguen recordando, como la señora doña Blanca.
La recuerdo en los últimos años de su vida con un rosario y un libro siempre entre las manos.
Para ella, y para todas las mujeres, mi más sentido homenaje en este más que merecido día.