lunes, 23 de junio de 2014

Objetividad, ¡qué gran valor!


DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN

  24/06/2014
Las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad venían a representar --¡en qué tiempos aquellos!-- las más bellas vestiduras que podían aderezar al ser humano en su travesía por la existencia. En ellas se extractaban, sin entrar en referencias de ninguna clase, todo lo que hoy llamamos, en un gran despliegue de palabras, valores.
A veces, y a fuerza de repetir ciertos vocablos, las convertimos en una especie de necesaria rutina que hay que soltar aquí y allí, ya que nos quedan de maravilla, pero que como sucede con otros muchos discursos no pasan de ser pura demagogia que nos deja indiferentes.
No obstante, para mí, hay un valor del que se habla poco o nada y que no obstante, y dados los tiempos que corren, es muy necesario conocer y practicar: me refiero a la objetividad que no es otra cosa que el valor de ver el mundo y todo lo que en él sucede tal y como es, con sus luces y sombras, y no como individualmente nos gustaría que fuera.
Los seres humanos somos como un cóctel cuyos componentes, entre otros, son: sentimientos, raciocinio, aprendizaje, experiencia, etcétera. Todo eso bien batido nos da como resultado una percepción de la realidad que puede estar equivocada pero a la que nos aferramos por muy evidente que sea nuestro error.
Ser objetivo es un valor importante, porque exige de nosotros ver los problemas y las situaciones con un enfoque que equilibre adecuadamente emoción y razonamiento. Hoy día, los Medios colaboran en mucho a crear corrientes de pensamiento que, según ideologías, dirigen nuestra objetividad.
De ahí la necesidad de usar el raciocinio y la experiencia para despejar matorrales y oscuras frondas que nos impiden ver la luz del sol en su esplendor. 
Todas las épocas decadentes son subjetivas y por el contrario todas las épocas de progreso son objetivas / Goethe. ¿De qué color será, pues, nuestra época?