Corren tiempos en los que es necesario cambiar el sentido de la gran aventura que es el vivir, rompiendo linealidades que nos dominan y excavando fisuras por las que asome la novedad. Nuestro tiempo puede presentarse crítico, y en esa medida dador de situaciones que favorecen el surgimiento de un pensamiento rupturista y de nuevas y creativas proposiciones.
Tal aventura de vivir nos lleva a caminos del pensamiento y del conocimiento, ya recorridos por gentes que saben de sueños y que nos invitan a caminarlos. Grandes pensadores de distintos aires, años, colores, lenguas, paisajes…, entrelazados en un mismo sueño y esfuerzo, quieren que este mundo celebre la vida, y niños y niñas tengan la certeza de que su humano futuro existe. Sin duda estamos hablando de una reforma del pensamiento que permita una verdadera revolución curricular, que enseñe, aprenda y viva el pensar creativo y razonable, aquel que considera dimensiones éticas, cognitivas y estéticas.
Pensar es comprender, es captar el significado de lo que se lee y se escucha. Pensar es reflexionar, considerar nuevo o detenidamente un asunto desde diferentes puntos de vista. Pensar creativo, reflexionar es colocarse en situación de duda o admiración ante una realidad que el pensamiento no ha conquistado todavía e ilusionarse con ella.. Lo fundamental es que los niños/as se desarrollen como seres humanos, es decir, que aprendan a pensar.
Padres y maestros deben trabajar para que hijos, alumnos, con calma, se planteen la vida como una gran interrogante. En definitiva, lo más revolucionario es el hecho de pensar, pero en realidad, el pensar creativo es lo que tiene mayor capacidad transformadora, y el ejercicio del pensamiento y su extensión, a través del diálogo y la comunicación, puede ser desencadenante de posibilidades a una vida plena, a una vida feliz.
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