lunes, 2 de junio de 2008

ANDALUCÍA EN LAS AULAS


Hace años que todos nos quejamos del poco rendimiento de los alumnos, así como de la indisciplina que campa por sus respetos en los Centros y ante la cual los profesores sufren de impotencia, desilusión y hasta depresión, en una sociedad enfrascada en un debate comparativo acerca de cómo los maestros hoy han perdido autoridad y dignidad. No obstante, desde estas páginas, y coincidiendo con el Día de Andalucía y el Día de la Educación, creo necesario hacer un breve recorrido por la legendaria historia de la educación en nuestra tierra, gran puente entre el ayer y el hoy. El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser desplazados, y precisamente corren tiempos en los que ignoramos o se nos ha olvidado de dónde venimos.

Dicen que los maestros antes teníamos dignidad, pero protagonizábamos el popular dicho de tener más hambre que un maestro escuela. Teníamos dignidad, dicen, pero nuestras aulas, en muchos casos eran cuadras mal habilitadas para dar cabida a sesenta, setenta… alumnos.

Teníamos dignidad, eso dicen, pero hasta los pozos ciegos que hacían de váter, teníamos que limpiar. Hay una frase de José Martí, con respecto a la dignidad, que siempre he hecho mía; Vale más -dice- un minuto de pie que una vida de rodillas. Peor que de rodillas caminábamos en tiempos pasados por pueblos y aldeas de nuestra tierra. Era un subsistir en el caos tremendo que suponían los rigores de una vida sin nada. No obstante inventábamos alas cada día, responsabilidad, dignidad, entonces, sí, ante el escenario de aquellos niños, que hoy calificamos de disciplinados, disciplina que entonces era tan sólo una sumisión despreciable, miedo, ignorancia y mucha pobreza.

De esa “dignidad y disciplina” pasamos, hace ya, en Andalucía a un caminar erguidos por tiempos nuevos, situándonos en un presente en el que al fin, desde mi punto de vista, y me emociona el pensar en ello, el magisterio es, al fin, un cuerpo digno. Sí, grandes y bien dotados Centros Escolares, Profesorado especializado, reducido número de alumnos por aula, Nuevas Tecnologías y un largo etcétera son una innegable realidad a la que cabría añadir un cierto bienestar económico que nos permite legítimos derechos. Pero nuestros alumnos ya no son aquellos pequeños “disciplinados” que como mucho abrían la boca para contestar: servidor de Dios, de usted y de todos los presentes, los alumnos típicos de la educación formal urbana, y quizás también de ciertas áreas rurales, tienen una estructura mental posmoderna, no sistemática, no recipiente de normas, no sumisa a órdenes establecidas... Piensan y se comportan en fragmentos incoherentes, con una lógica de cambio permanente. Es por eso que el rol del profesor no debería ser ya, como hasta ahora, el de depositario del saber, el de portador de la palabra y de la información. La referencia única y jerárquica. Tampoco podrá seguir teniendo como referencia la unidad espacial de las cuatro paredes del aula.

Tendríamos que empezar a perfilar un educador mediador, investigador, facilitador de procesos de aprendizaje, en el que lo esencial sea el sujeto estudiante, sus intereses, sus capacidades, su individualidad, por un lado, y su globalidad, por otro. .Corren, a todos los niveles, tiempos nuevos que exigen soluciones nuevas, pero jamás un maestro debe arrojar las armas porque el escenario de su actuación sigue siendo el futuro que representan sus alumnos, futuro que debemos construir desde una perspepectiva optimista, ilusionada, creativa porque ellos, nuestros alumnos, serán los protagonistas que mañana cogerán el relevo para seguir construyendo una Andalucía en la que los hombre y mujeres “vuelvan a ser lo que fueron…”

Cito para terminar unos versos correspondientes a un poema de Claudio Serra, titulado Caminates de Sueños y que dicen así: Yo quise en el silencio de la altura retener para el futuro un acorde, el rumor del viento por las alamedas, una voz, unas líneas escritas, un pensar. Caminantes de sueños, maestros, hagamos de Andalucía el verdadero Paraíso de Dar es-selam, paraíso al que aspiramos todos los andaluces; éste es el día y la hora..

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