martes, 28 de noviembre de 2017

Libertad de Expresión

Hoy, amigos, tocaba  prensa, pero por no interrumpir la novela, recién empezada, lo he dejado para ahora- La novela,. Viento en popa. ¡Casi sesenta lectores! ¡Qué bien! Gracias a todos. La novela de mi amiga Prostituta, la he titulado, al fin, Mi Amiga Lucrecia y la estoy poniendo a punto para ver quién nos la edita. Si alguien sabe de plataformas gratuitas, por favor, que informe. Vamos al artículo-
DIARIOCÓRDOBA / OPINIÓN
LIBERTAD DE EXPRESI

Sí, eso exactamente es lo que está de moda en estos tiempos: soltar la lengua y decir todo lo que nos venga en gana, porque para eso existe la libertad de expresión. ¡Ole y ole! Y no sé si es curioso o vergonzante el que apelando a tal derecho se puedan vomitar insultos, descalificaciones y se puedan escribir aberraciones..., y lo que es peor, se puedan difundir por medios tan públicos y visionados como la tele, la radio... ¡Madre mía, qué cosas se dicen y se oyen! Y a renglón seguido llamamos irrespetuosos, sinvergüenzas y perlas de todo tipo a cualquier niño o joven que se le ocurriera, o se le ocurra, faltar el respeto o soltar un palabro de esos que rechinan los oídos. ¿No estamos vitoreando la libertad de expresión? ¿O es que, acaso, mayores, sí, jóvenes, no? ¿Saben ustedes aquel que dice.... Habla como yo te diga pero no como yo te hable? 
Y no estoy en clave de humor y que me da igual la procedencia de la lengua, sino en clave de valores, esa palabreja con la que nos regodeamos para quejarnos de lo mal que anda esta generación. Y se nos llena la boca, clamando por una sociedad de valores, pero que yo sepa siempre se ha dicho que de tal palo tal astilla, y los palos seguimos siendo los padres, maestros, políticos, propulsores de la cultura, medios, etcétera. Soltar la lengua e insultar, ofender, mentir..., a mí no se me antoja que sea un derecho sino más bien una tremenda falta de respeto, una facilona forma de proclamar un derecho que no es tal: puedo decir lo que quiera. 
El discrepar no es sinónimo de perder la vergüenza y no puede servirnos de excusa para referirnos al otro con palabras como descerebrado, sinvergüenza, ladrón, etc. La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha (Michel de Montaigne). De ahí que cada vez escuche más a los pájaros, al viento o al silencio y menos el ruido que cunde a mi alrededor y me ensordece. Libertad de expresión, sí, pero no libertad para soltar la lengua y dejar que salgan sapos y culebras.

* Maestra y escritora

martes, 10 de octubre de 2017

MAYORES A ESCENA

DIARIO CÓDOBA / OPINIÓN
El pasado día uno se celebró el Día Internacional de los Mayores, día que pasó prácticamente desapercibido, pero creo que merece atención y reflexión. Lope de Vega, en A mis soledades voy, dice: «Ni estoy bien ni mal conmigo mas dice el entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo». ¡Cuántas veces he leído este poema! Ayer mismo fue la última y tras escuchar a un anciano que me contaba su vida. Sí, porque, con resignación, se lamentaba de cómo llega un momento en el que el alma no cabe en el cuerpo –decía-, porque una cosa es querer y otra poder.
Me pareció entenderlo bien porque los años, pasito a pasito, nos van segando, o al menos debilitando, facultades a todos, pero como dice Amiel, saber envejecer es la obra maestra de la vida», y no digamos cuánto valor y voluntad hay que derrochar ante el tremendo drama del que se va aproximando a la vejez, sintiendo, no obstante, que su alma sigue siendo muy parecida a aquella con la que jugaba cuando era niño.
El gran drama, creo yo, se profundiza cuando entiendes que los demás creen que ya tienes bastante con estar vivo y que aspirar a tener algo más esta fuera de lugar. De ahí que el interés por los mayores se cifra en conocer su salud física. No obstante, el mayor precisa esa mínima dependencia que le ayude a salir de su monótona vida, esa mínima atención que le haga sentir, no solo que está vivo, sino también activo, ilusionado, con ganas de ir a un teatro, cine, cafetería, viaje etc. porque cuando el alma se hace tan grande y el cuerpo se va achicando, si no se activan los estímulos, la vida se convierte en un coche parado desde el que se ve salir y ponerse el sol y pasar página.

Reflexionemos, pues, y dediquemos algo de nuestro preciado tiempo a esos padres, o a uno de ellos que solo le resta contar  las horas mientras contempla cómo su cabo de «vela» se apaga sin remedio.

lunes, 25 de septiembre de 2017

MARAVILLOSO RETABLO

DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABEL AGÜERA
La misión del artista es echar luz sobre las tinieblas del corazón humano», dice Shuman, compositor y crítico musical alemán. Y así creo que ha sido siempre y de ahí los grandes museos, bibliotecas, etc. y las grandes emociones que sentimos ante una obra de arte que nos conmueve por su belleza y realismo. Pero el arte, hoy, es banal y vacío, y no lo digo yo, es algo que leí en prensa digital, de igual forma leí que los espejos sirven para verse la cara y el arte para verse el alma.
Sinceramente creo que han aparecido Chirinos y Chanfalla de Cervantes para hacernos creer que cualquier cosa, pintura, escritura, música..., es una maravilla, cuando la realidad es que ni se ve, ni se oye, ni se entiende nada, pero nadie se atreve a decir lo contrario por temor a resultar inculto y pobre persona. Pienso que, efectivamente, hay que romper linealidades, hay que excavar aquellas brechas, caminos por los que asome la novedad, hay, en definitiva, que propiciar el surgimiento de un pensamiento rupturista y propositivo, pero los genios, los artistas capaces de mostrarnos una realidad nueva, sin que por ello pierda su condición de original creación, no abundan en estos tiempos.
No olvidemos que el concepto de arte depende de cómo ve la sociedad el mundo en su época, y en esta sociedad posmoderna, sin ídolos, sin tabúes, sin valores, sin pasado, sin tan siquiera imagen gloriosa de sí misma, todo vale, se expande el concepto que anatematiza como retrógrado, caduco, conservador, etc. a quien no ve maravillas en un arte que no es nada.

Aplaudimos, premiamos, promocionamos. pintura, literatura, música... Caja de barro vacía donde decimos ver un nuevo Retablo de Maravillas.

martes, 29 de agosto de 2017

Adiós, Narian

DIARIO CÓRDOBA/ OPINIÓN

Días estos de regresos y despedidas. Me duele, me cuesta y me emociona decir adiós a Marian, una pequeña saharaui con la que, desde hace tres veranos y por generosidad y solidaridad de uno de mis hijos, compartimos vacaciones. Una preciosa niña que me regalaba jazmines, que me repetía: abuela, cuéntame cuentos, que acariciando mis manos,  decía «yo quisiera ser así de blanca», una niña del desierto, de piel achicharrada de soles y arenas, una niña desnutrida que cuenta historias que erizan los vellos  hasta de  los más duros oídos, una preciosa chiquilla que sueña con una escuelita blanca, un punto en el desierto, al que tiene que acceder por ardientes arenas. Una hija más, entre ocho de una familia que vio cómo el viento se llevaba su casa de barro y refugiados en la jaima de un familiar se apiñan todos y viven como pueden. Hay quien dice que están acostumbrados y eso no les importa, hay quien dice que traer a nuestras casas a esos niños no arregla nada y hay quien dice que hasta  se les hace daño ofreciéndoles una vida que después no tienen. Bueno, por mi parte, lejos, muy lejos de connotaciones políticas que no son mi tema y que resultan farragosas y complejas, mirando el lado humano del problema pienso que no están acostumbrados, están resignados, y sí se arregla algo con tan generosa acción: al menos una niña come, bebe, se ducha, juega y es feliz en plena conciencia de la provisionalidad que vive y del retorno a los suyos, cosa que, en un  difícil binomio, conjuga en deseos y añoranzas. ¿Que se le hace daño  con una falsa vida? No es falsa; es auténtica y en ella mucho amor y solidaridad que hasta una niña pequeña como Marian sabe agradecer.

Mi querida niña, no sé si volveré a verte, pero siempre estarás en mi corazón, siempre en mi recuerdo, porque te siento, te vivo como una hija más, una nieta que tirada en un desierto, resistes como tus mayores, los embates de un mundo que solo alza su voz cuando le interesa, pero quiero que sepas, mi querida, mi pequeña Marian, que tú interesas y mucho a esta familia que te recibe cada verano, a esta abuela" que tanto ama a los niños y que para siempre te llevarán muy dentro del alma, sin duda mejor lugar que el desierto. 
Y que canten los niños aquellos que sufren dolor, que canten porque han apagado su voz.


martes, 4 de julio de 2017

No se nace viejo

DIARIO CÓRDOBA / OPINÓN
A medida que vamos cumpliendo años, es cada vez más frecuente, a diestra y siniestra, ir  escuchando o repitiendo frases como éstas: ¡pero si no pasan días por ti!, pero, ¡si estás igual que siempre!, pero, ¡si estás hecho un chaval! Y claro, a tan generosas expre­siones, se nos imponen respuestas: ¡pues anda que tú! ¡Si cada día se te ve mejor! No hay duda de que, en el fondo, nos dejamos llevar in­conscientemente, por una meto­do­logía conductista: estímulo respuesta. Lo que más nos inte­resa, por supuesto, no es que el otro esté o deje de estar igual que siempre, sino que nos haga creer que lo estamos nosotros. 
Y de estar cada día más jóvenes, nada de nada. Puede que hayamos perdido o ganado unos kilos, puede que, por cualquier causa,  llevemos el “guapo subido”, y puede que nuestro aspecto, atuendo, etc. nos haga parecer de verdad ante los demás que los días no pasan por nosotros. De cualquier forma, para mí, ese vaivén de mentirijillas, me resulta divertido, aunque, sinceramente, me provoca pena. Sí, pena, por­que, en definitiva, se trata de ir pregonando algo que no acepta­mos: que vamos envejeciendo. Y bien conocido es aquello que dice: Empezar a sentirse joven es el primer síntoma de la vejez”. 
Hay una realidad en la que poco pensamos: no se nace viejo, pero la meta, desde que nacemos hacia la cual nos dirigimos lleva a esa, para  muchos insopor­table tremenda y difícil de aceptar, etapa llamada  vejez. Pero el viejo no es solo años; el viejo se hace en el transcu­rrir de los años. Porque la vejez no llega en un repente: nos vamos haciendo vie­jos, y cada paso en esa dirección debe llevar el sello de lo impere­cedero, sello y firma de autenticidad, de lucha, de superación... Sus hechos –dice Ovidio-son los que hacen viejo al hombre. Y yo así lo creo. Por eso a no pasar la antorcha hasta llegar a la meta.