lunes, 21 de julio de 2014

De mayor a viejo


DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
22/8/2014
Uno de mis nietos me preguntaba: abuela, ¿cuántos años me faltan para ser viejo? Me sorprendió la pregunta por la preocupación que intuía conllevaba. ¿Y para qué quieres saberlo? Todavía te queda mucho por vivir joven. Es que yo no quiero ponerme tan feo como los viejos, como el abuelo de mi amigo... Sinceramente esta preocupación de un pequeño me llevó a una más que profunda reflexión. 
De niños pasamos a jóvenes y de jóvenes a adultos sin apenas darnos cuenta, como si se tratara de un paso normal en el que nos seguimos sintiendo vigorosos, ilusionados, jóvenes, en una palabra. Pero he comprendido que hay un travesía, la de mayor a viejo, que no todos tenemos que recorrer de idéntica manera, porque no se trata tanto de años como de actitud. Quiero decir que hay mayores que llegadas unas determinadas circunstancias y números en el DNI asumen sin más el rol de viejos y salvo excepciones, que las hay por invalidez, enfermedad, etcétera, se traduce en una dejadez total, fruto, ¡claro está! de la pereza y achaques que son propios, pero no invalidantes. No se duchan, no se cambian con frecuencia de ropa, no se renuevan para nada, no quieren gastar un céntimo porque les obsesiona el ahorro, son pesimistas, negativos, intolerantes... Las mujeres, además, visten, peinan, hablan en serie y hasta usan idénticos tonos de tinte de pelo y ropa. 
Unos y otras pasan de todo y todo lo critican, les importa un bledo la cuestión de enamorar y enamorarse, hacen constante alusión al pasado y para más inri, cuando se presenta la ocasión, proclaman su eterna juventud. Ya lo dice el escritor francés Renard: La vejez llega cuando se empieza a decir: nunca me he sentido tan joven. Y no es verdad, pero lo último, perder la personalidad y pasar a ser ser hombres y mujeres seriados. 
Un paso definitivo, pero hay que mantener erguido el árbol para que caiga majestuoso a la tierra, cuando llegue la mano del talador.


lunes, 7 de julio de 2014

Mi inseguro del hogar


DIARIO CÓRDOBA /OPNIÓN / 08/07/2014
Pongan atención, señores, a una historia singular que, aunque parezca mentira es la pura verdad. ¿Acaso tienen seguro del hogar? Pues, claro, yo sí y con mi segurito hecho, me dije ahora tranquila y a esperar que se me rompa un cacharro, que al vecino caiga agua, que tengamos fuego, o simplemente que se me rompa un cristal. No pasa nada, una llamadita al seguro y listo en un plis-plas que para eso llevo años pagando sin incidentes que declarar. Pero, ¡ay, qué aventura en vísperas de Navidad! El frigo, casi nuevo, al garete se me va y por supuesto con él los extras; un capital. 
Al otro lado del teléfono, el agente pregunta que te pregunta para concluir al final que un perito, para evaluar los gastos, por mi casa pasará. Transcurrido un mes, sin cesar de reclamar, el perito, muy "periteado", al fin a mi puerta llamó y boquiabierta me quedé sin saber qué contestar. Escuchen y verán: ¿El frigo roto dónde está? Tengo que verlo para "peritear". Debajo de la cama; no tenía otro lugar, pero ahí tiene el tique de compra: dos años y un día. ¡No me sirve; necesito verlo para precisar. Bueno, señora, factura de carnes, pescados, frutas, verduras..., son precisas para calcular. Pero, ¿cómo tener facturas del solomillo, del besugo, del marisco...? 
Y el perito toma nota sin cesar, hasta que al fin se despide: pronto noticias tendrá. Al cabo de tres meses el diagnóstico final: nada de nada: Roto por el uso y facturas sin presentar y si no está conforme está en su derecho de reclamar. 
¡Ah! ¿Qué le cayó agua al vecino? No lo cubre: filtración. ¿Qué los enchufes estropeó el temporal? De eso nada, que pague la Comunidad. 
Y así mi segurito del hogar se va escaqueando siniestros, y el recibito domiciliado, fiel y puntual, sube que sube, que te subirás. Pues, punto final a este inseguro de mi hogar y a buscar otro que luego, ¡Dios dirá! ¿Que será igual? Eso, aceptado está, pero ¿y el gustazo de dar un portazo a gerente, perito, compañía y cambiar?