martes, 26 de enero de 2010

Los sueños son necesarios

Los sueños son sumamente necesarios e importantes, dice G. Lucas, porque nada se hace, nada se consigue sin que antes se imagine. Hace unos 20 años, cuando por primera vez me senté ante un ordenador, tuve un sueño: que todas las aulas de Andalucía fueran espacio de luz, progreso- Que todos, de la mano de sus maestros accedieran a las nuevas tecnologías, ilusionados con las posibilidades que las nuevas herramientas les proporcionaban.

Un sueño que dejaba atrás tantas penurias como había vivido y soportado la escuela pública. Hoy, lejos de la enseñanza presencial, que no de los variopintos temas relacionados con la educación, hago mías las palabras de Amado Nervo: yo he vivido mucho porque he soñado mucho.

Sí, superada por la dura realidad, mi esperanza y mi perseguido deseo, lograr dignidad y bienestar, como pilares necesarios e imprescindibles, tanto para profesores como para alumnos, pero tan solo con sueños no se avanza.

Hay que hacer camino con decidido y constante afán de perseguir lo imaginado, lo soñado, lo que en una clarividente intuición nos guía hacia el futuro como único horizonte. No todo está terminado.

Yo creo, más bien, que, al fin damos los primeros y pequeños pasos, pero certeros, por el cambio que precisa nuestro sistema educativo. No, no son tan solo los ordenadores que la Junta, con esfuerzo económico, pone en manos de los alumnos, ni son tan solo las nuevas tecnologías la panacea que ponga fin a los grandes problemas educativos, porque en ese día que ya amanece, los alumnos, todos, serán siempre el objetivo por excelencia al que, con grandes dosis de humanismo y creatividad dirijamos, de cara a su realización íntegra como personas libres y autónomas: Un sueño necesario.

martes, 19 de enero de 2010

La vida, un repente


La vida, un repente
19/01/2010 ISABEL Agüera

En una obra inédita titulada Repentes , de la que soy autora, me he reencontrado con una singular prosa poética que, modestia aparte, me ha sorprendido por su ingenua y profunda belleza. En uno de sus monólogos dice así: ¿Yo estoy hecha de repentes? De repente, Dios; de repente, nada; de repente, depresión; de repente, amor; de repente, el día; de repente, la noche; de repente la vida, de repente la muerte...

Yo quiero ser aquella niña que se tragó una estrella para dar brillo al corazón de sus repentes. Esta mañana fría de enero, al fin, un fogonazo de sol, desde mi terraza.

Mis pensamientos se han eclipsado en un crecer de sensaciones que más bien es un recorrer horizontes de soledad y silencios. De repente, nada. De repente, casi hastío de tantas mezquindades humanas. De repente, ese lejano país destrozado en un repente y, por si fuera poco, de repente a las seis en punto de la madrugada, una ambulancia de urgencias muy cerca de mi puerta.

Sí, la vida tan solo es eso: en un tris, estar o dejar de estar. No obstante, ¡hay que ver cómo nos apoltronamos en nuestras particulares guerrillas como si fuéramos eternos, como si no existiera más mundo que el de los placeres por el poder!

Ella y él, opulencia, viajes, fiestas, agasajos... El y ella vivían sumergidos, plácidamente, en el mundo del día, y en total desenfreno. Súbitamente fueron sorprendidos por el repente de un eclipse que hizo noche la hora esplendorosa de aquel día. El y ella, en total oscuridad, comenzaron a descubrir enfermos, pobres, niños abandonados, mujeres maltratadas, emigrantes que se hundían en pateras, cárceles abarrotadas de injusticias... Ella y él, atónitos, exclamaron: ¡Pues si hay otro mundo: el de la noche! De repente, majestuoso, rojo, bellísimo, un capullo en el rosal de mi terraza.

¡Quién fuera la niña aquella que se tragó una estrella y poder volar con su brillo a ese país destrozado!

miércoles, 13 de enero de 2010

Lo de menos, los niños


Portada > Educación
VALORES.
Hace unos días, tomando café con un grupo de amigos, se nos fue el santo al cielo recordando los juegos de nuestra infancia y contrastándolos con los de hoy con cierta añoranza, ya que cuando nuestros pequeños viven tan enfrascados en las videoconsolas, juegos de ordenador, etc. se echa de menos que los pequeños ni tan siquiera conozcan aquellos otros tan dinámicos, divertidos y de tan poco coste como eran La rayuela, El escondite, El trompo, etc.

Yo recuerdo especialmente el juego con el aro. Sí, juego de niños, que bien sexistas que era la sociedad que los clasificaba, pero, ¡cómo me divertía y qué importante me sentía corriendo con el aro por las calles de mi pueblo! Y quien dice con el aro, con el diábolo, con la comba- Cada estación del año tenía sus propios juegos. El juego es un rasgo singular de la infancia y una actividad que acompaña la experiencia cotidiana de los niños. Además, el juego es un derecho de los niños y una expresión social y cultural que se transmite y se recrea entre generaciones.
Hoy día, no hay transmisión que valga: el último invento de la técnica, el más publicitado, el más caro es el que buscamos, a veces hasta con ansiedad económica, para nuestros pequeños. Y es evidente que nuestros niños están saciados de sofisticados juguetes pero con ellos, paradójicamente, hemos desplazado el juego ya que, con los mal llamados juguetes de ahora, los niños pasan horas sentados, absortos, manipulando, sí, maquinitas pero, ¿y la imaginación dónde queda?
Cientos de veces he comprobado como los niños siguen siendo niños y basta invitarlos a un simple juego de los de antes para comprobar cómo les entusiasma. Por qué no vuelve, por ejemplo, el aro. Tal vez no sea rentable para los jugueteros y mucho menos para los padres que, ante todo, desean que los pequeños no hagan ruido, no alboroten, no corran.. Lo de menos, pues, los niños.

lunes, 4 de enero de 2010

Carta Personal

Carta personal
05/01/2010 ISABEL Agüera
Queridos Reyes Magos: Este año he sido buena... ¿Estoy escribiendo a los tres Reyes de un plumazo? ¿Y cuál de los tres se va a responsabilizar de la historia de mis bondades y me va a dejar en mis brillantes zapatos los regalos que voy a pedirles?
No, lo suyo sería dirigirme a uno contarle mis aventuras y desventuras, preocuparme por su salud y la de toda su familia y, en fin, rematar la carta con unos reglones de cruces y ceros que según decía Carmina, cuando escribía a su quinto, significan besos y abrazos.
Y digo lo de la carta personalizada porque hay que ver la historia de los correos masivos que nos llegan cada día, y máxime en estas fiestas, al buzón de nuestro ordenador que dice que no puede más, que va a reventar.
La verdad es que aquella costumbre de escribir cartas de puño y letra se nos fue al traste con el invento de los email, y es una pena porque era todo un ceremonial los ritos que conllevaba: hora, lugar, papel y hasta el perfume, a veces, como sello de autenticidad y presencia. Pero sobre todo el destinatario. ¡Qué calidez leer una carta personal! ¡Y como vigilábamos la llegada del cartero! Pero RIP, pues, a las cartas personales. Y, bueno, el invento del correo electrónico no está mal del todo con tal de que, mientras se escriba, uno esté pensando en el destinatario, en sus problemas, en sus gustos, etc.
Pero no, lo que mola es un clic y quinientas o mil direcciones con un insustancial mensaje y un PPS de regalo o, mejor, si podemos, con la imagen de nuestro último invento.
Yo creo que se ofende a los amigos con estos procedimientos.
Así que mi carta de reyes la dirijo a su majestad Gaspar. ¿Y qué le pido? Este año, nada; le adjunto un chequecillo porque con esto de la crisis, debe andar chungo y mejor dar que pedir.
Y eso sí, me alegraré que al recibo de esta, la familia, la salud y, cruces y ceros a porrillo que eso calienta y es barato.
* Maestra y escritora