DIARIO CÓRDOBA/OPINÓN
14/05/2013
Esto es lo que se llama meterse en un berenjenal y de los grandes, pero todo viene dado por unas preguntillas que me hicieron el otro día: ¿Qué cambiarías tú, si fueras el Papa? ¿Eres católica practicante?
Bueno, pues, a las indiscretas preguntas contesté sin rodeos: para empezar, ¿qué entiendes por practicante? ¡Pues, eso, mujer! --exclamó--, que si vas a Misa. Me sonreí y ahí quedo todo porque no valía la pena tan absurdo debate.
Pero, claro, pensé: si yo fuera Papa, ¿qué cambiaría? Lo primero que se me ocurrió, por cercano y sencillo, fue la Misa, porque salvando excepciones, que las hay, viene a ser tan repetitiva y carente de vida que... De pie, de rodillas, sentados, homilía y poco más. Salir con calor, con frío y hasta con dolor de espaldas por la incomodidad de las bancas, pero, eso sí, satisfechos, creo yo, del deber cumplido.
¿Y qué hay de aquella Eucaristía de Jesús con sus discípulos, sentados en la misma mesa, compartiendo augurios, preocupaciones, preguntas, etcétera? Ser católico practicante es mucho más, sin comparación, que la asistencia dominical a Misa y unas monedillas en el cepillo.
A mí me gustaría volver a los orígenes y conocer nombre y apellidos de los que están a mi lado y darles oportunidad de contar sus problemas, sus necesidades, enfermedades, sus alegrías y, por supuesto, ayudarles, compartiendo con ellos lo que pudiera y, de igual forma, sentirme acompañada, querida, auxiliada en mis muchas también penurias.
Recordemos aquello de... "porque tuve hambre, porque tuve sed, porque estuve enfermo... ¿Y cómo sé yo, al salir flamante de Misa, quién tiene hambre o sed? Sí, sí, la Eucaristía debe ser mucho más viva, participativa y comprometida.
Y a mi interlocutora, desde estas líneas, le digo: sin ser papisa, empezaría por cambiar yo, siendo, ante todo, practicante del amor, la justicia, el respeto y solidaridad.
* Maestra