DIARIO CÓRDOBA /
OPINIÓN
Todavía flamean
destellos del Día del Libro. Es por ello que no haya prescrito aún la reflexión
que en estos días me llevaba a escribir el siguiente mini relato: Un hombre,
que de toda la vida se había dedicado a limpiar máquinas de escribir, decidió
hacerse escritor. Así, escribió y se público su libro. Después, con él bajo el
brazo, repetía de un lado par a otro: ¡soy escritor, soy escritor! Un día
tropezó con un antiguo cliente. Este, al verlo le preguntó: ¿qué? ¿cómo va el asunto de las máquinas? Lo
dejé, ¿sabes? Fueron demasiados años poniendo a punto los libros de los demás.
Ahora trabajo para mí. Y poniéndole su obra en la mano, dijo: toma, lee y
presume de amigo escritor. El hombre, sabio y prudente, hojeó el libro y
exclamó: ¡vaya!, compruebo con desagrado el que tú, experto en limpiar
máquinas, has descuidado la tuya. Esta lectura es ilegible.
En estos tiempos
parece que el ser escritor es algo así como el pasaporte imprescindible para
lograr la inmortalidad y si bien es verdad que todos tenemos derecho a desearla
y buscarla, no lo es menos que los caminos son tantos como seres humanos
habitamos el planeta. ¡Qué absurdo sería decidir ser un Picasso, un Mozart,
etc.! La vocación de escritor para mí, es ante todo, una especie de brote
creativo que surge a partir tal vez de una simple observación o acontecimiento
pero que, día a día, impulsa al escritor a derrochar tiempo, silencios,
renuncias para fecundar, mejorar, pulir y hacer crecer la criatura maravillosa
que se va gestando, como si una gran fuerza interior empujara y se impusiera,
sin tregua posible, hasta adquirir la madurez suficiente para tomar las riendas
de sus posibles derroteros.
El título de escritor,
pintor, etc., es lo que menos importa porque la auténtica aventura de escribir,
en este caso, no tiene como fin primordial la publicación, la fama, el nombre, la inmortalidad, cosas por cierto
bastante circunstanciales, sino ser cómplices privilegiados del gran milagro
creador que tanta satisfacción personal e íntima provocaa.
Hoy, como ilustración, unas frases famosas
La verdad
que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es sólo un placer
superficial". (Virginia
Woolf)
El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar (Gabriel García Márquez)
El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar (Gabriel García Márquez)
Un buen escritor
expresa grandes cosas con palabras pequeñas a la inversa del mal escritor que dice cosas
insignificantes con palabras grandiosas. (E. Sábato)