OPINIÓN/DIARIO CÓRDOBA/ISABEL AGÜERA
Divertida viñeta de mi gran amigo Carmelo López de Arce
La dignidad es el respeto que una persona tiene de sí misma y quien la tiene no puede hacer nada que lo vuelva despreciable a sus propios ojos.
Proceder con honestidad en aras de la dignidad del hombre es el compromiso más trascendente en nuestro corto paso por este mundo.
No debe afligiros el que los hombres no os conozcan. Lo lamentable es que no seáis dignos de ser conocidos por los hombres.
¡Por Dios! ¿Quién dice todas estas cosas? Sí, ¡claro que lo sé!, pero la sabiduría que encierran es lo que importa, porque ¿qué diría la señora dignidad si hablara? Lo primero, creo yo, sería, contando que siga teniendo voz, que anda tan a de bajón que por cuatro regalillos, algún que otro servil manoseo, más halagos van y vienen, se va al garete, pisoteada como si, de ser reina que sentada en nuestro personal trono nos librara del chantaje, hipocresía, mentira, etc. pasara a ser la cenicienta, como mucho.
Ya sé que hoy día, tal vez más que nunca, se olvida que solo vive digna nobleza quien hecho a grandeza noble está, pero, ¿y la tentación y el gustito de lograr que nos hagan un agujerito (muchos itos, niña) para sacar siquiera la cabeza y exclamar: ¡para que veáis lo grande que soy!
Y digo yo: ¿acaso el gigante tiene que auparse para ser visto? No, ¡qué va! Son los chiquituelos (los de espíritu, claro) los que patean su dignidad por un vil plato de lentejas (con esto de la crisis, las lentejas...)
La dignidad no tiene sitio, ni colectivo, ni plural. La dignidad no es producto mercantil sino un valor intrínseco y supremo que tiene cada ser humano, independientemente de su situación económica, social y cultural y no se nace con él debajo del brazo; se gana en el transcurrir de la vida, con trabajo honrado y bien hecho y nadie nos la podrá robar jamás, ya que, aunque soplen malos vientos, la dignidad permanecerá y nos hará libres, poderosos, inmortales-