DIARIO CÓRDOBA/EDUCACIÓN
21/10/2015
Niños felices, niños con futuro
Recuerdo que
ni un sólo caramelo saboreé a gusto en los años de mi infancia. Se suponía que ni un céntimo podía gastar en superficialidades
entre las cuales, claro, estaba el prosaico caramelo. Cualquier perrilla que
cayera en mis manos tendría que acabar en la hucha de los chinitos o negritos,
Muchos sacrificios se nos imponían: renuncias, miedos que nos crearon una
conciencia negativa con respecto a todo lo placentero. De ahí que hoy tanta
gente mayor no sepa gozar de la vida como no se esté constantemente flagelando.
Pero de ahí
también que haya tan poco respeto, tanta intransigencia, dureza y agresividad
con respecto a los demás. Es como si quisiéramos transferir a cuantos nos
rodean nuestras ancestrales frustraciones.
En educación
hay que tener siempre muy presente el futuro. Es decir, el sembrador debe
conocer la dimensión de su cosecha en cuanto a rentabilidad, utilidad,
proyección, etc. Padres y maestros debemos ser conscientes de que no podemos
transferir nuestras frustraciones, así como que la felicidad no es un bien que pertenezca,
expresamente, a los vaivenes de la vida, sino que, ante todo, es una actitud
que hay que potenciar desde el convencimiento de que todo está preparado para
la felicidad; sólo falta descubrirlo y no son precisamente grandes
acontecimientos. Es evidente que los niños no son felices con las muchas y
sofisticadas cosas que ponemos en sus manos y con el agobio que le propiciamos
de tareas más clases de todo.
Sería
preciso dedicarles más tiempo, educarlos para saber gozar también de lo pequeño
y cotidiano y, sobre todo, hacerles más espacio al ocio, al juego, a la
convivencia familiar y dialogada. Entenderían así que la vida no es una
estación de espera donde. acomodados y ausentes de cuanto nos rodea, mientras
manejamos el móvil o la Tablet, puede
llegarnos empaquetada la felicidad, sino que, en paladear un simple paseo,
puede haber mucho de felicidad. Falta que los mayores así lo entendamos, lo
vivamos, lo compartamos...
Falta que los educadores seamos felices, porque de
lo contrario, ¿cómo sacar agua de un pozo seco? ¿Y qué futuro estamos construyendo? Bastante deshumanizados, agresivos, infelices... somos ya. Y no olvidemos que niños felices, hombres y mujeres, seguro, con un futuro mejor.