No era nadie mi padre! Diligencia, honradez, creatividad... Solía recordarnos la anécdota del mensaje a García , ejemplo de cómo ser y actuar. ¿Qué ni idea de dicho mensaje? Pues, nada, cuenta la historia que cuando comenzó la guerra entre España y los Estados Unidos era muy necesario comunicarse rápidamente con el líder de los insurgentes, García, que estaba en algún sitio de las densas montañas cubanas, pero nadie sabía dónde. Ni correo ni teléfono. Nada. ¿Qué se podía hacer? Buscar a alguien que llevara el mensaje a mano. Y tras muchos voluntarios, que precisaban toda clase de referencias, uno, al fin, se limitó a decir: ¿Dónde está la carta? Y sin más cumplió la compleja misiva.
Y en estos tiempos, en los que la situación mundial y nacional andan tan enmarañadas, tan oscuras, resulta, y me hace un montón de gracia, que todos y cada uno de los ciudadanos, cuarenta y tantos millones, tenemos en la chistera la solución, hasta el punto de que una llega a pensar que los únicos torpes, absurdos e inútiles son los políticos de todo color. Ellos, todos, los que no ven, no quieren, no saben...
Y claro, me viene a la memoria lo del mensaje a García porque mucho bla, bla, bla, que si esto se arreglaba así, que si esto se arreglaba asá, pero ¡qué bien se trilla fuera de la parva! Otra cosa bien distinta debe ser enfrentarse a los rigores del sol, del polvo, de la trilla en la era. Engrandecerás a tu pueblo --Epicteto -- no elevando los tejados de sus viviendas, sino las almas de sus habitantes. Y aquí, y ahora, las almas andan por los suelos porque lo necesario, lo urgente para hacerlas crecer, sería abonarlas, regarlas, con la boquita cerrada, mojándonos hasta las trancas y caminando a ciegas, sí, hasta encontrar al dichoso "destinatario del mensaje", porque opinar, criticar, ¿quién no sabe? Y los tejados, ¡venga crecer y crecer, entre tanto! Y los jaramagos también.