ISABEL Agüera 10/08/2011 (Diario Córdoba)
Un solo dedo que tengamos changado y lo inútiles que nos sentimos. Así que el invento de manos libres para casi todo es como decir: ¡Viva la Pepa! Con mis manos llego aquí y allí, luego no hay mordaza que me impida ir tan campante por la vida, porque como reza en un dicho, todo lo que es hecho, todo lo humano de la Tierra es hecho por manos.
Resulta que estos días pasados en un servicio público, el señor conductor hacía espléndido uso de su privilegio de manos libres, pero- ¡Cómo hacía extensiva esta prerrogativa a su lengua! Todo el recorrido, que fue largo, sin cesar de hablar por el susodicho prodigio con otro conductor que al igual que él hacía uso de "sus manitas libres".
Y en una absurda y personal conversación, ¡kilómetros y kilómetros! La verdad es que no me llegaba la ropa al cuerpo que, por cierto, era como un silencioso altavoz (¡vaya! me salió un oxímoron) que clamaba: "¡Frena, que nos matamos!" Semáforo, paso de peatones, etc.
Las cadenas de la esclavitud --dice una famosa frase-- solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo. Es decir, si la mente la tenemos ocupada en lindezas como las que yo escuchaba aquel día, ¿conducían las manos libres o la mente ocupada de aquel irresponsable conductor?
Me multaron una vez por creer que hablaba por teléfono cuando lo que hacía era sujetarme un pendiente, pero, claro está, no es lo mismo que conduzca yo que un profesional que se supone que, si se ve moviendo los labios es por obligados gajes del oficio; pero es que, por si fuera poco, libertad de lengua y manos que se iban y venían a un micro, de forma que la conducción se reducía a una sola mano y musarañas al canto. Digo yo que, lo de prohibido hablar al conductor, ¿cómo se casa? Manos y mente bien concentrada, por favor, que en un tris se nos fastidia la vida.
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