lunes, 3 de octubre de 2011

Altas y Bajas

ISABEL Agüera 04/10/2011

DIARIO CÓRDOBA
¿Quién no ha vivido en sus propias carnes la aventura que se corre al manejar estas dos palabras? ¿Que voy a darme de alta? ¡Qué derroche de amabilidad! ¡Cuánta facilidad a nuestro servicio! En un tris: ¡Ea, ya está! Y uno se va como sintiéndose importante y diciéndose: ¡Qué eficacia! ¡Así da gusto!
Hasta aquí, pues, eso miel sobre hojuelas, pero, ¡ay, qué odisea, si por alguna razón decidimos darnos de baja! Ese ya es otro cantar. El mismo establecimiento, el mismísimo personal, pero, ¡qué malas caras! No saben, no contestan, no informan, ni tan siquiera les suena tu cara. Si acaso, un número de teléfono que, musiquilla por aquí, musiquilla por allá, palabras robotizadas que te dan órdenes, que no oyen, ni entienden y que al final, te remiten al principio.
¡Qué impotencia y qué cabreo tan inmenso el que se siente! De pronto surge un recurso: ahora mismo doy orden al banco de que no pague ni un recibo más. Y un ligero alivio nos relaja, aunque dura lo que el "alta" tarda, que es bien poco, en descubrir nuestra estrategia, y que nada quiere saber de la solicitada mil veces baja.
Y una carta pomposa de un gabinete jurídico nos amenaza con lista de morosos, tramposos, etcétera. Se recuerda entonces aquel cuentecillo de nuestra infancia que decía: ¡Ay mamaíta mía, quién será? ¡Calla, calla hijita que ya se irá! Pero, ¡qué va! No se va: las llamadas son explicaciones que se traducen solo en el recibo del teléfono y una rebeldía interior nos crispa que echamos humo hasta por las orejas.
Y es lo que yo me digo, ¿es posible que nadie le meta mano a estos atropellos? ¿Tan grande es el Goliat que no hay David que, como mínimo, lo entuerte? ¿Esto pasará en Europa? Porque si somos europeos debemos serlo para algo más que dar de comer al hambriento
Y a lo que iba: si alguien ve mi nombre en lista de morosos, que ría, que llore, que pague o que diga lo que yo: ¡A mí, plin!



No hay comentarios: