25/06/2013
Fue tal y como lo cuento sin quitar ni poner una sola palabra. La madre: que digo, que dice el niño que se gradúa y que hay comprarle un traje. El padre: ¿otra vez? Pero, ¿cuántas veces se va a graduar el joío niño? Pues si hay que comprarle un traje que no se gradúe, que la cosa está que arde y yo con más años que Matusalén no me he graduado nunca para nada, y aquí estoy, y de traje ni hablar, que se ponga el de su hermano que está nuevo. El niño, sin rechistar, se prueba el traje del hermano. Aparece en escena con los largos de pantalón y mangas a rastras y más receñido que un chorizo seco. El padre: ¡le está que ni pintiparado! La madre: ¿pero qué dices? ¿No ves que no puede ni respirar? El padre: ¡pues que coma menos que bien que se lo tengo dicho! ¡Estos niños que no piensan nada más que en comer! Le metes un poco en los largos y que no se abroche la chaqueta. La madre: ¡ni pensarlo! ¡Mi hijo no se gradúa hecho un mamarracho! El padre: pero, ¿cuántas graduaciones lleva el joío niño? El niño que no ha abierto la boca, se atreve a contentar: lo mismo que tos , papá. El padre: ¿y quién son tos y qué coño me importan a mí tos ? Bueno, mamá --se atreve a susurrar el niño--, mejor una americana. El padre fuera de sí: ¿una americana?, pero ¿de dónde leche te has sacado esa palabra? ¿Tú sabes qué es una americana y la pasta que cuesta? El niño: menos que el traje. Es que este año casi tos van a llevar america... El padre: ¡y dale con tos ! ¿Quién son tos para darme a mí lecciones de americanas? La madre poniendo fin: no te preocupes, hijo. Mañana vamos y te compro la americana o el traje. El padre: y un clavelito para la solapa. ¡Qué disparatazo! El joío niño lleva más graduaciones encima que años tiene.
Puesta en escena: entrajado general, incluyendo a los abuelos que de estrujados que están en la sala les da un sofoco y los tienen que sacar, lágrimas, calor, fotos, etcétera.
Y yo, una larga sonrisa y una reflexión: sí, demasiadas graduaciones.
* Maestra y escritora