DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABEL Agüera 20/08/2013
Un joven elefante, que transportaban en un circo, por primera vez, conoció a los humanos. ¡Qué nariz tan larga y fea tengo! -exclamó al verse en un espejo- Me operaré. Quiero ser como los humanos. Pasado el tiempo, y ya viejo, fue llevado a un zoológico donde había más elefantes: ¿De dónde has salido tú? Eres un ridículo disminuido -exclamaron los demás elefantes-. Y los niños se reían de él y le llamaban monstruo.
Un viejo elefante se compadeció y exclamó: No, no eres un disminuido; eres un necio. Por envidiar a los de otra especie, perdiste tu singularidad, perdiste tu hermosa trompa. Ahora tan sólo eres un desgraciado infeliz.
Bueno, pues no solo escribí este relatito sobre la envidia sino que también tengo una "gran" frase: La primera vez que me olvidaron, lloré y me dije: ¡Qué mala memoria tienen! La segunda, me reí y exclamé: ¡Qué excelente memoria tienen! La tercera ni reí ni lloré: me fue, me es indiferente. ¡
Ea! ¿Qué me dicen? Para gustos, colores. La envidia en los hombres -y eso lo dice un filósofo alemán- muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren. Y yo añadiría: ¡y cómo declaran su inferioridad! ¡Y qué mal lo pasan por ver a otro tener lo que tanto desean! Y ahí sacan el aguijón y, gota a gota, van derramando veneno. Me dan pena, y lo digo de corazón, porque para nada creo que haya nadie a quién podamos envidiar: todos sufrimos, todos, tenemos nuestras propias limitaciones, todos estamos aquí y en un tris, ¡hala!, se nos estropea la "oficina" o nos vamos al otro mundo.
Y digo yo: ¿Por qué envenenar la gota de felicidad que pueda disfrutar el otro? Todos y cada uno tenemos nuestra particular "trompita", ¿por qué no cuidarla, mejorarla, mojarla en el panel de rica miel y, gota a gota, esparcirla?¡A bien que no acudirán moscas!
Un viejo elefante se compadeció y exclamó: No, no eres un disminuido; eres un necio. Por envidiar a los de otra especie, perdiste tu singularidad, perdiste tu hermosa trompa. Ahora tan sólo eres un desgraciado infeliz.
Bueno, pues no solo escribí este relatito sobre la envidia sino que también tengo una "gran" frase: La primera vez que me olvidaron, lloré y me dije: ¡Qué mala memoria tienen! La segunda, me reí y exclamé: ¡Qué excelente memoria tienen! La tercera ni reí ni lloré: me fue, me es indiferente. ¡
Ea! ¿Qué me dicen? Para gustos, colores. La envidia en los hombres -y eso lo dice un filósofo alemán- muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren. Y yo añadiría: ¡y cómo declaran su inferioridad! ¡Y qué mal lo pasan por ver a otro tener lo que tanto desean! Y ahí sacan el aguijón y, gota a gota, van derramando veneno. Me dan pena, y lo digo de corazón, porque para nada creo que haya nadie a quién podamos envidiar: todos sufrimos, todos, tenemos nuestras propias limitaciones, todos estamos aquí y en un tris, ¡hala!, se nos estropea la "oficina" o nos vamos al otro mundo.
Y digo yo: ¿Por qué envenenar la gota de felicidad que pueda disfrutar el otro? Todos y cada uno tenemos nuestra particular "trompita", ¿por qué no cuidarla, mejorarla, mojarla en el panel de rica miel y, gota a gota, esparcirla?¡A bien que no acudirán moscas!
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