Hoy, amigos, mii artículo en estos días no podía ser otro
que este breve resumen del que fue mi
Pregón de Semana Santa en mi pueblo, Villa del Río, hace unos años. Tarde
inolvidable aquella de incienso, saetas, tambores, trompetas… como música que
simultaneaba con mis palabras.
"Lágrimas hay en el aire / reflejos de
luna verde / mi Dios con temblor de cirios / por la calle viene”.
DIARIO
CÓRDOBA/OPINIÓN
No encuentro nada mejor para esta semana
que el resumen de lo que fue mi Pregón de Semana Santa en mi pueblo, Villa del
Río. Tañe la campana del convento, y en las calles, en las casas, la tenue luz
del alba comienza a desbaratar el sutil halo de la madrugada.
Es Viernes Santo. Ya Jesús ha sido azotado,
coronado de espinas, condenado... Ya, nazareno que camina roto bajo el peso de
la cruz, es sólo mirada que nos sale al paso en agonía y nos lacera el alma y
nos silencia en palabras que se tornan suspiros y soledad en el esplendor de
luces en primavera.
Nuestro Padre Jesús se dirige a la plaza.
Allí la tradición y la historia petrificadas en un ancestral castillo, allí, de
su viejas aceñas del río, los tamujales del puente romano, los chispeantes
murmullos de los modernos surtidores, allí, ante su Nazareno, puede escucharse
el sobrecogedor silencio de un pueblo que se apiña, suspira, que, año tras año,
espera expectante el tradicional Simón de la Plaza.
¡Y cuántas lágrimas derramadas al repique
del tambor! Son los recuerdos de otros tiempos, y son los años vividos en
tradiciones que nos hicieron crecer en amor a nuestro pueblo, y son ausencias
de seres queridos que nos precedieron y que otros Viernes Santos, presencia
viva, estaban allí, como están los naranjos, las cigüeñas, como sigue, y nos
embriaga, el azahar en primavera.
Y la sentencia cantada se cumple, y el
cuerpo ensangrentado de Cristo, sobre la cruz clavado, a hombros de briosa
juventud, recorre las calles del pueblo que se torna alfombras de luto,
mantillas, saetas, tambores, trompetas...
Lloran el jardín del Lirio y las aceñas del
Guadalquivir; lloran mujeres y hombres; llora el mundo; se oscurece el sol.
Dios ha muerto y un toque de queda nos conjura a velar con fervor, con
esperanza, con amor, porque al tercer día Cristo resucitará y un nuevo día será
luz para el mundo.