domingo, 23 de marzo de 2008

MARATONES, NO


El hombre se siente orgulloso de haber esculpido su nombre en algún sitio, aunque no sea más que en la corteza de un árbol, y cuando al volver allí no lo encuentra contrariado
Con bastante frecuencia mi Avenida se torna delirante maratón. La algarabía que conlleva el evento me saca inexorablemente a la terraza. Miro, observo y reflexiono. La cabeza de la carrera, apretada competición, sin duda alguna: no saben, no ven, no entiende. Sólo correr, y llegar ¡a ver quién el primero!. Después, el jadeante pelotón, también interesada rivalidad entre segundones. Finalmente, los extenuados y solitarios perdedores que, no obstante, a porfía con ellos mismos, y con la lengua fuera, llegarán ¡Dios sabe cuándo!, pero la meta será suya, y el placer de haberla alcanzado. Así son tales retos.
En estos días muchos son los estudiantes que se enfrentan, bien al tan mal visto examen de selectividad, bien al final de unas evaluaciones que les darán el espaldarazo preciso para promocionar o que, por el contrario, los anatematizarán como no aptos para promocionar con las consecuencias que para familia, sociedad y, sobre todo, para los alumnos mismos conlleva. Y es que hemos planteado la vida como una auténtica maratón en la que a nadie se le permite formar parte del pelotón, ¡y no digamos de la cola! Así nuestros hijos viven días de auténtica angustia a la espera de unos resultados que poco o nada dicen de lo que en realidad son ellos, sus capacidades, aptitudes, etc.
Hay que preparar a nuestros pequeños, jóvenes para aceptar derrotas, incluso injustas, pero no por eso deben decaer en ilusión para intentarlo de nuevo. No pasa nada, ni hay que dramatizar por unos desafortunados resultados. La vida es continua lucha, pero sin esgrimir antorchas, sino ganando el pulso a las caídas. Grabando una y otra vez nuestro esfuerzo, no en la corteza de un árbol sino en lo más profundo del alma, porque la vida es tan corta que no da para más. Maratones, no, y menos en educación. Cada ser humano tiene su propia meta. No le pongamos jamás el signo del igual.
Casi toda la vida se reduce a luchar por levantarnos cada vez que resbalamos suelo. ¿Sabes qué hacen cuando esto les sucede? Lo intentan una y otra vez, sin descanso y sin demora.
Esta es la realidad que te aguarda, pero tu conciencia estará tranquila y podrás dar por bien empleado tu tiempo, si pusiste todo tu esfuerzo en el empeño. El resultado ya no depende de nosotros. Y, cuando quieras, jugamos otra vez a los coches, a la oca.., pero sin trampas: si ganas, ganas y si pierdes, pierdes. ¿Vale?

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