martes, 22 de marzo de 2016

Temblor de cirios

Hoy, amigos,  mii artículo en estos días no podía ser otro que este  breve resumen del que fue mi Pregón de Semana Santa en mi pueblo, Villa del Río, hace unos años. Tarde inolvidable aquella de incienso, saetas, tambores, trompetas… como música que simultaneaba con mis palabras. 

"Lágrimas hay en el aire / reflejos de luna verde / mi Dios con temblor de cirios / por la calle viene”.

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
No encuentro nada mejor para esta semana que el resumen de lo que fue mi Pregón de Semana Santa en mi pueblo, Villa del Río. Tañe la campana del convento, y en las calles, en las casas, la tenue luz del alba comienza a desbaratar el sutil halo de la madrugada.
Es Viernes Santo. Ya Jesús ha sido azotado, coronado de espinas, condenado... Ya, nazareno que camina roto bajo el peso de la cruz, es sólo mirada que nos sale al paso en agonía y nos lacera el alma y nos silencia en palabras que se tornan suspiros y soledad en el esplendor de luces en primavera.
Nuestro Padre Jesús se dirige a la plaza. Allí la tradición y la historia petrificadas en un ancestral castillo, allí, de su viejas aceñas del río, los tamujales del puente romano, los chispeantes murmullos de los modernos surtidores, allí, ante su Nazareno, puede escucharse el sobrecogedor silencio de un pueblo que se apiña, suspira, que, año tras año, espera expectante el tradicional Simón de la Plaza.
¡Y cuántas lágrimas derramadas al repique del tambor! Son los recuerdos de otros tiempos, y son los años vividos en tradiciones que nos hicieron crecer en amor a nuestro pueblo, y son ausencias de seres queridos que nos precedieron y que otros Viernes Santos, presencia viva, estaban allí, como están los naranjos, las cigüeñas, como sigue, y nos embriaga, el azahar en primavera.
Y la sentencia cantada se cumple, y el cuerpo ensangrentado de Cristo, sobre la cruz clavado, a hombros de briosa juventud, recorre las calles del pueblo que se torna alfombras de luto, mantillas, saetas, tambores, trompetas...
 Lloran el jardín del Lirio y las aceñas del Guadalquivir; lloran mujeres y hombres; llora el mundo; se oscurece el sol. Dios ha muerto y un toque de queda nos conjura a velar con fervor, con esperanza, con amor, porque al tercer día Cristo resucitará y un nuevo día será luz para el mundo.


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