DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
ISABEL Agüera 22/10/2013
Prepara --me decía mi hija-- cuatro cosas que nos vamos a la playa a pasar el fin de semana! Y, ea, maletín que, con la boca abierta, parecía decirme: que soy muy pequeñito, que tus cuatro cosas no entran en mí.
¡Madre mía que "batiburrillo"! ¡Llevaba razón mi maletín! Cámara de fotos, iPad, cámara de video, móvil y, ¡claro! sus correspondientes cargadores y descargadores. Y mi cabeza, como una agenda hablante, recordándome sin cesar más imprescindibles: la radio, el despertador, el MP3, las patillitas, las cremitas, las ropitas... Cuatro cosas que, sinceramente, eran un agobio. Mejor que dos días de playa, dejar de remover artilugios, pero he aquí que, sentada ante el maletín de la boca, que diga de la tapa abierta, me dije: ¡todo fuera, que dos días se pasan en un plis, plas!
Pero, ¡qué va!, fue que no, que todo se me hacía indispensable y es que hemos llegado a una forma de vida en la que en lugar de tener espacio para, relajadamente inspirar, espirar la brisa del mar, el aire puro de los campos o, sencillamente, respirar, convivir con nuestros familiares y amigos, pasear, etcétera, la hemos convertido en una talla barroca en la que los wasap nos comen sin pudor a cualquier hora del día o de la noche y que nos da igual estar en público que en privado. Las redes sociales, los blogs, los diarios mails, los podcasts --¡dichosos archivos que me traen de cabeza!--, lo nuevo de cada día por aquello que se decía de cómo quedarse parado es ir para atrás, pero yo creo que corremos más que el tío de la lista.
Personalmente creo haber llegado al límite, porque, en mi deseo de rozar la nada, espero, ansío la noche, la oscuridad, los silencios de todo.
Menos es más --dijo el precursor del minimalismo--. Y estoy convencida de que es así: nos sobra de todo y no obstante nos falta espacio vacío para vivir en plenitud los dos telediarios que nos puedan quedar.
Y la luna que se despedía porque iba de eclipse-
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