Recuerdo que en un curso
de animación a la lectura un maestro me preguntaba: «¿qué puedo hacer para que
lean mis alumnos? Hay algunos que odian los libros». «Tienes hijos?», le
pregunté. «Sí, tres»; «¿Y te comían de pequeños»; «Pues, el chico -contestó con
una sonrisa- era un caso. Hasta le tenía que bailar sevillanas, mientras su
madre le metía la cuchara en la boca».
El amor inventa estrategias, el amor no
pregunta cómo, el amor tiende a encontrar soluciones. Creo que ni un solo
alumnos se ha resistido a mi teoría de amarlos. No obstante, el amor conlleva
implícito el deseo de ayudar, de favorecer, de ver, en una palabra, cómo el ser
amado, en este caso los alumnos, cambian su conducta en una dirección que lo
apartará del fracaso y los conducirá a la autorrealización.
Nos empeñamos, a
veces, con respecto a la lectura, que solo el libro es el único aliado para que
los niños se aficionen a leer y a veces, hasta prometemos premios por cada
libro leído. Desde mi punto de vista, no se trata de una maratón de títulos
supuestamente leídos, pero yo me pregunto: ¿asimilados a todos los niveles?.
Por naturaleza hay niños que leen todo lo que cae en sus manos, pero hay otros
que les enferma literalmente enfrentarse a la lectura de páginas que
obligatoriamente tienen que ir pasando sin ganas, sin entender, etc.
La
lectura, para que de verdad sea placentera, requiere tiempo, tranquilidad, etc.
y son muchos los niños que carecen, como mínimo, de paciencia para estar
inmóviles leyendo algo que no les gusta. Pero hay otras opciones más allá de
los libros, estrategias que padres y maestros deben conocer y llevar a la
práctica: leer noticias, poesías, chistes,titulares, curiosidades, etc. Lecturas de cualquier cosa. Son infinitas las estrategias más allá de
los libros. Eso sí, exigen tiempo y entrega por parte de padres y maestros a
los que los libros les resulta, como mínimo, más cómodo
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