sábado, 18 de febrero de 2017

amigos del otro lado

Con bastante displicencia los intelectuales, en general, suelen pronunciarse, con respecto  al sistema de comunicación que son los chats, las redes sociales, cualquier otro medio de   Internet, haciendo incluso gala de  su elevado status para descender, a tan vulgar y hasta chabacana práctica popular. Claro que para mucho de ellos puede que pertenezcan al aristocrático hábitos  como el tabaco, los juegos de azar,  la jactancia, los absurdos debates, el copeo, el  bla,blá sin decir algo que valga la pena, el subir  el tono de voz para ser oídos, aunque sólo se logre un ruido insoportable...
Bueno, pues yo debo ser  plebeya, porque, cuando ceso en mi apretado caminar a lo largo y ancho de los días, cuando la soledad llega y se acentúa con las lentas horas de la noche, mi mejor opción es el chat. Allí encuentro amigos que con sus palabras cálidas, con sus ocurrencias a veces tan divertidas,  con sus mentirijillas  con sus problemas... acabo por sentirlos aquí, cerca de mí, como lo están  mis peces, mis plantas, como lo está la luna que lentamente va pasando por el cielo de mi terraza.
Y ellos, amigos invisibles, se esfuerzan, nos esforzamos por dar de nosotros lo mejor que tenemos e incluso, inventamos, disimulamos, cuando al otro lado, el amigo, la amiga está deprimido, solo...
Para mí, allí donde haya seres humanos, está la auténtica vida, la de diario, si queremos, pero, en definitiva, la más generosa y desinteresada, la vida de gente, sin duda, con frustraciones y problemas, como todos,  pero que desde el chat, lo mismo tiende una mano para  acariciar, que la alarga para ser acariciada. E inevitablemente se da aquello  que dice: el que habla siembra, el que escucha recoge.  Y en esta práctica, particularmente, no sé si logro siquiera remover la tierra, pero, seguro, seguro que recibo mucho.
Por eso, a mis amigos del chat, de las redes sociales les debo  la ilusión de compartir la cotidianidad, tan cargada de agridulces que fácilmente se  pueden indigestar y hasta enfermarnos sin remedio. Es verdad que hay gente para todo, pero basta con  una callada por respuesta.
No  conozco vuestros rostros, amigos, pero sí algo de vuestras  almas. Os quiero.


 

 

No hay comentarios: