martes, 3 de abril de 2018

Religiosidad popular




Hace unos años  conté la conversación con un amigo chileno, tras pasar en España una Semana Santa. Me comentaba ¿cómo es posible que en un país aconfesional, las cadenas televisivas, las emisoras de radio, tanto públicas como privadas, se conviertan en portavoces de películas religiosas, retransmisiones de misas, procesiones y la vida se paralice a todos los niveles? Y añadía, si la televisión es el reflejo de la sociedad en que vivimos, no cabe la menor duda de que en este país, España, sois cualquier cosa menos aconfesionales.
Para empezar le aclaré que la aconfesionalidad implica la neutralidad del Estado en cuestiones religiosas es decir, la libertad de manifestaciones dentro del ámbito legal. Ahora bien, una cosa son los ciudadanos y la religión y otra el show que se monta, que lo mismo da que sea Carnaval, Feria que Semana Santa.
Sí, la gente se tira a la calle a comer, a beber, a divertirse. La clave reside en mi opinión, en que la Semana Santa es más cultura popular y espectáculo que religión y desde esta óptica se trata de promocionar el turismo, la hostelería, el consumo, etc. La Semana de Pasión debería ser para los católicos, profunda reflexión, sobre todo en los tiempos actuales, acerca de las causas por las que condenaron a Jesús, entre las cuales cuenta mucho su proclamación de un Dios que acogía a los pecadores, a las prostitutas, a los leprosos, a los esclavos, a los «emigrantes»...
Le condenaron porque exigió autenticidad en el templo, porque arremetió contra el tinglado montado alrededor de la fe, porque se rebeló contra la hipocresía y manipulación religiosa. En una palabra, por su condena de tanta falsedad.

 Yo creo que son días estos de termómetro bajo el brazo y comprobar qué temperatura hemos alcanzado en estos puntos. Ya finalizada dicha semana, empecemos, no obstante, vida nueva por caminos de luz, paz y esperanza.

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