Un año de navidades
04/01/2011 ISABEL Agüera
¡Alto y que no cunda el pánico! No, no se trata de otro genial invento político para sacarnos de la crisis. ¡Qué va, qué va! Fue, una vez más, la sobresaliente lección de mi nieto de once años durante la Noche de Navidad, cuando en serena y alegre cena familiar se habló de Reyes Magos y esas cosas. ¡Pues yo lo que quiero --exclamó-- es un año de Navidades!
¡Qué barbaridad de lucidez la del chiquillo! Ningún regalo mejor, quería decir, que la familia unida y máxime en torno a una sencilla pero jugosa mesa. Por aquí y por allí se dice que hoy día la familia está en crisis, que ya no es lo que era y etecé, etecé. También a los niños los metemos en el saco y, al referirnos a ellos, más bien pareciera que han desaparecido de un plumazo: que si saben más que Lepe --¿quién sería este señor?--, que si ya solo les interesan las maquinitas, que si patatín que si patatán.
Atenta a los más pequeños, creo que, a pesar de todo, son lo único que nos queda auténtico, y ahí están reclamando, los muchachos, un año de familia, de paz, amor, de alegría compartida. Resulta, y de aquí sí que no se escapa casi nadie, que los mayores, sí, los padres, llamémosle sociedad, hemos hecho de estas fiestas una auténtica orgía de compras y comidas sin más. ¡Y para qué los euros que se nos han ido en regalos de Magos!
El crisazo no es de la institución familiar sino de todos los protagonistas de esta historia que hemos perdido el norte y en nuestra particular brújula solo encontramos reproches a los culpables, que ¡vaya usted a saber si no son también los políticos!, y se nos secaron los oídos para escuchar las palabras de un niño.
Creo que habría que reescribir nuevo guión, apuntando a la realidad presente que es la familia, hoy: por supuesto, la vida cambia; la familia, también. No, no es lo que era, pero seguirá siendo, si somos capaces de inventar un año de Navidades.
* Maestra y escritora
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