DIARIO CÓRDOBA
ISABEL Agüera (21/06/2011)
¡Pues resulta que también para la palabra hay homenaje! Aunque en esta ocasión sí que merecido porque, ¡hay que ver cómo se han devaluado y hasta vulgarizado el afortunado término que, por cierto, en mis tiernos años, decir homenaje era sinónimo de tal grandeza que uno se sentía así como a años luz del homenajeado!
Pero, bueno, a lo que iba, ahora le toca el turno a la palabra y en los medios cunden las encuestas: ¿cuál es la palabra más bella del castellano? Y ahí están los resultados: Amor le saca la cabeza en mucho a todas. Y le siguen, tolerancia, libertad, etc.
Hace tiempo escribí un cuento en el que un hombre vendía palabras. La gente, enloquecida, quería comprarlas todas. No obstante, mi filósofo vendedor pedía por cada palabra un alto precio. Por el amor, por ejemplo --decía--, no puedo pedir nada, porque el precio del amor es amar sin precio. ¿La tolerancia? ¡Uy! No está en venta. De cualquier forma, si alguien la desea, la regalo, pero tened en cuenta que, si la necesitáis, jamás seréis tolerantes. Cosas así que, poco a poco, iban subiendo los humos de la clientela, hasta que alguien, más que cabreado, exclamó: ¡Fuera de aquí! Tú no vendes nada. El vendedor dijo: Así es: las cosas que yo proclamo no son mercancía de compra y venta, porque son dominio del alma. ¡Vaya con mi mercader! ¡Qué desfasado andaba el pobre! Hoy día, con un tenderete en cualquier mercadillo y con palabras como, dinero, poder, fama etc. ¡se hubiera forrado!
No obstante las encuestas proclaman como ganadora la palabra amor, y no por lo bien o mal que suena sino porque... ¡Todos queremos más, pero mucho más! Y yo, tal vez ingenuamente, me pregunto: ¿Amor para dar, amor para recibir o amor para votar una tonta encuesta?
Mi voto, si hay que votar, mi homenaje, aunque me salte las reglas del juego, es para la palabra Blanca: era el nombre de mi madre.
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