/13/12/2011
Como ecos de tiempos muy remotos, hoy han regresado a mí imágenes, esencias, ambientes que no han lugar, por lo general, en nuestro mundo de hoy, en el que todo, llegadas estas fiestas, se reduce a comprar, viajar, comer y beber.
Hubo un tiempo en el que las familias, vecinos, amigos, etc., se daban cita para cantar, bailar y poco más en torno a belenes, carentes de todo, pero sobrados de ilusión y amor. Para los niños aquellas vivencias de hermandad y sueños compartidos marcaban pinceladas en el índice de nuestras vidas que ningún aire podría borrar.
Y es por eso que hoy he sentido renacer aquellos días inolvidables de mi infancia. Sí, una comunidad, la de Plaza Escultor Ruiz Olmos y tras días de trabajos, esfuerzos, búsqueda de recursos, voluntad y valores, no muy comunes, ha inaugurado su gran belén, en el salón social de su comunidad.
Un sin fin de niños, jóvenes, adultos mayores, todos a una, han colaborado en este singular y bello proyecto que ha abierto sus puertas entre chocolatada, dulces de todas clases, panderetas, zambombas y villancicos.
Un ejemplo a seguir porque, entre otras muchas cosas, es pedagogía que, aún en los rigores de una crisis, sacando aliento y entusiasmo, transmite, sobre todo a los más pequeños, a los adolescentes y a los jóvenes, la alegría de saberse acompañados, cómplices y autores de este creativo y fantástico sueño.
Una pandereta suena, y yo sí sé de dónde vendrá: de la Plaza Escultor Ruiz Olmos, que sus vecinos celebran la Navidad.
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