EDUCACIÓN/DIARIO CÓRDOBA
6/2/2013
COMIDA FAMILIAR
Pasaba un día en el campo con mis hijos pequeños. Hacía y me esforzaba por encender la chimenea, repitiendo religiosamente lo que tantas veces había visto hacer a mi marido, pero mis intentos, una y otra vez, eran fallidos. Un anciano campesino, vecino de muchos años, se llegó a la casa. "¿Qué hace? Así no prenderá jamás el fuego. Esos palos son raíces, y las raíces no arden; son más duras que Dios". Salió unos instantes y regresó con hojarasca y unos leños. En un santiamén prendió una gran llama.
Aquellas palabras, "las raíces no arden", quedaron grabadas en mí para los restos, dado que tantas veces el tema de la familia es cuestionado y considerado como algo pasado de moda, inexistente, algo que tan solo es memoria de nostálgicos mayores.
Y no es así, la familia sigue siendo la base, la savia que alimenta, que corre por igual, desde la raíz hasta la más encumbrada rama.
A lo largo de mi vida han sido muchos los maestros, de todo tipo, que me han dado grandes lecciones, pero, hoy por hoy, puedo asegurar que lo mejor que hay en mí fue semilla que, con mucho amor, con esfuerzo, sacrificio, con total conocimiento y responsabilidad de la gran aventura que conlleva ser padres, depositaron, entre olores de la tierra, vivencias entrañables, entre los agridulces sabores de los tiempos, mis padres.
Es cierto que los hijos, cuando crecemos y nos independizamos, podemos tomar senderos, no solo variados sino, a veces, tan antagónicos que pudiera parecer que nos hemos exiliado, talado y trasladado a otra tierra.
No obstante, y como decía un peruano que, jubilado, tras muchos años de trabajo en España se despedía, "la sangre tira, la madre llama". De ahí que para mí la familia no solo no puede desaparecer sino que ni tan siquiera está pasada de moda. Es la sangre, la madre que nos llama y unirá siempre. Son las raíces incombustibles; no arden.
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