miércoles, 2 de octubre de 2013

MINI CUENTO EN EL DÍA DEL MAYOR

El pasado día uno se celebró el Día del mayor. Hoy con todo mi cariño escribo este sencillo relato que llevo grabado en el alma.




El señor del Jardín
Él, con sus pies torpes, sus infinitos achaques, sus noventa años, sus ojos pequeñitos, ensombrecidos por impenetrables cataratas, era, porque a mí así me lo parecía, el Señor del Jardín. 
Aristócrata de gestos, de palabras borradas  por un evidente párkinson, colgado de una descomunal pipa, a todas horas y por cualquier atajo del jardín, aparecía   
Mi nada, destinataria de sus torpes reverencias, lo saludaba, mitigando así la fatiga de sus  ojos turbios, donde siempre rutilaba una lágrima, y con los míos pegados a los suyos como  único horizonte de la hora, lo escuchaba.
Sí, entre temblores, trataba de contarme su honorable pasado. 
Un día, el Señor del Jardín, se fue para siempre. Alguien que paseaba, me miró y exclamó: Ya entregó la cuchara.
Era otoño. Los trenes, en trepidante zigzag cruzaban irreverentes el silencio del jardín. Un niño paseaba en bicicleta por el albero. El señor del jardín se fue y mis paseos se tornaron hojas secas bajo mis pies, revoleteo de papeles, despedida de pájaros emigrantes.
En el majestuoso tronco de una palmera escribí su nombre: Mariano.
Y en mi alma, una vez más:
                                       ¡Hasta luego, amigo!

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