DIARIO CÓDOBA / OPINÓN
ISABEL Agüera 11/02/2014
Estos días con tantas noticias sobre olas
y espumas me han llevado al dicho popular "subir como la espuma",
porque ¡hay que ver cómo trepaban las olas y se quedaban hasta pronto volver a
su origen, a su normal posición de agua sin más! Pero, claro, tenían su momento
de gloria, su momento de protagonismo.
Y de las olas, las espumas y todo eso,
me he extrapolado a la cotidianidad que hoy día nos deja perplejos: de la noche
a la mañana, fulanito, menganito, como por arte de magia, del anonimato pasa a
hacerse visible, actor de primera fila, presencia aquí y allá y más allá.
Y
ahora viene la pregunta: ¿y cómo se consigue eso? Cuentan que el Duque de Saboya
usaba un jubón --chaqueta para entendernos-- de color rojo por un lado y
blanco, del otro. Así el jubón alternaba color según conveniencias. ¿Y esto a
dónde nos lleva? Pues, eso, que si con en esta marea de olas, espumas, famas
repentinas y jubones bicolor, agitamos un poco la coctelera obtenemos el
obsceno cóctel, con agrio sabor a cambio de chaqueta.
O sea, hoy soy, ayer,
fui, mañana, ya veremos. Tránsfuga se le llama en el argot político al que
cambia de chaqueta y ¡hala a subir como la espuma! Pues de igual manera y para
obtener mercedes, tanto culturales como profesionales, etcétera, hoy día lo
tenemos fácil: nos colocamos una cazadora --queda mejor-- tecnicolor o montamos
un tollo de mil demonios.
Pero no todo vale a la hora de hacerse una persona conocida,
porque hay que diferenciar entre ser "conocido" y famoso, y ser
"querido" y famoso.
Hay famosillos que los hemos oído miles de veces
pronunciarse al revés, ayer, y hoy al derecho y viceversa. --¡madre mía qué mal
queda esto!--, pero tan a gusto que viven en su momento de espuma y olvidan que
la memoria de los amigos es tan larga que no solo recordarán al personajillo
que quiso "bailar y pagó al músico", sino que perderán a los amigos
a
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