DIARIO CÓDOBA
/ EDUCACIÓN
29/10/2014
Son muchas las competencias que para los
alumnos resultan ser auténticos huesos y que a duras penas consiguen ir
superando, si bien es una realidad que incluso, adultos universitarios con
grandes títulos a su haber, no alcanzan el aprobado ni por los pelos. Me
refiero a la expresión oral, algo que siempre me ha preocupado y que he
trabajado con estrategias de todo tipo.
Precisamente uno de mis premios más valiosos
fue el de Experiencias Santillana por un trabajo en el que participaron muy
activamente los alumnos y llevaba por título Soltamos la Lengua. Con una gran
caja hicimos un simulacro de televisión. Los alumnos se motivaron tanto a
hablar tras aquel invento que tuve que establecer turnos y horas: se contaban
chistes, cuentos, noticias, etc. Se recitaban poesías, canciones, frases, etc.
Ya sé que tal y como está hoy día el sistema, a
los tutores les queda poco espacio para métodos que no se ajusten a los
estrictos programas, pero sigo reivindicando esta competencia porque si es
cierto que tenemos la lengua demasiado suelta para determinadas cosas, a la hora
de pronunciar dos palabras en público, papelillo en mano, mala lectura, peor
voz, etc. Por otra parte, hay que reconocer cómo lo que siempre se ha
propiciado en las aulas ha sido ante todo el silencio.
Vivimos tiempos en los que la imagen va
sellando palabras, y se agiganta, mostrándonos la rentabilidad del mirar sin
mayor esfuerzo. La palabra expresa el pensamiento y el sentimiento de nosotros
los seres humanos. De hecho, la palabra nos hace diferentes del resto de los
seres que habitamos el planeta.
Enseñemos a nuestros alumnos a hablar porque
hoy más que nunca esta competencia es imprescindible para desarrollarse en
cualquier campo laboral y social. Para ello, recurramos a estrategias tales
como entrevistas, presentaciones, escenificaciones, etc. No permitamos que los
hombres y mujeres de mañana, porten en el bolsillo, cuatro letras para leer en
público.