DIARIO CÓRDOBA/ OPINIÓN
ISABEL Agüera 21/10/2014
El domingo, en mi terraza habitual, un cliente me
comentaba: ¡Cuánto me gustó aquello que escribió y que hacía referencia a las
cosas de comer! Y añadía: A ver si escribe algo sobre las tarjetitas opacas
esas.
Bueno, pues, visto lo visto, sigo con las cosas de comer
y como en los cuentos de María Castañas, hoy se podría escribir un relato que
contara esta micro historia: Erase una vez un país, llamado España, dónde
circulaban unas tarjetitas mágicas: se introducían en los cajeros y, ¡hala,
euros, todos los que se pidieran, daban. La noticia corrió como la pólvora, y
la gente, a mano alzada, clamaba: ¡Queremos una, queremos una! Y los cajeros,
parlantes ellos, contestaron: ¿de qué vais desgraciados? ¡A callar y a
trabajar, si es que podéis! Las tarjetas tan solo funcionan a ciertos niveles
de competencias.
Y el pueblo se sublevó: ¡Fuera, fuera! ¡No hay derecho,
no es justo! Cuando el clamor estaba en su nivel más preocupante, ¡madre mía!,
apareció don ébola que si bien era esperado, pilló al pueblo de sopetón y
enfrascado con las opacas tarjetas. ¡La salud es lo primero! --exclamaron--.
Huyamos a nuestras casas, cerremos bien puertas y ventanas y cerremos la boca
por lo que pueda caer y a esperar ante la tele horas y más horas con más de lo
mismo.
Y los señores de las competencias: ¡callad, callad,
hijitos, que ya se irá. Y don ébola: que no me voy, que debajo de la cama
estoy.
No soy de aquí, ni soy de allá pero, ¡qué pena de mi
España! Jarcha cantaba: yo solo veo gente que sufre y calla. Gente que solo
desea su pan, su trabajo y la fiesta en paz.
Hoy por hoy, yo veo mucho más: gente, con razón,
indignada y, por si fuera poco, y con perdón, cagada.
¡Claro que muerto el pobre perro se acabó la rabia! ¡Ay,
ay! --oí decir a una pobre mujer--: ¡Éramos pocos y parió abuela!
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