DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
21/07/2015
Próximo el día veintiséis, Día de los
abuelos, he participado en una tertulia cuyos relevantes contertulios y yo
fuimos coincidentes en la reivindicación de la figura del abuelo, desde una
visión nueva, como nuevos son los tiempos, los padres y, por supuesto, los
nietos. Bien venido, pues, este día de reflexión que no obstante pasa con
desconocimiento y poco debate por parte de los medios de comunicación.
Para empezar bueno será recordar que la
jubilación anticipada genera abuelos liberados del trabajo profesional y con
mucho tiempo libre, a veces mal aprovechado y, en muchas, explotado por los
hijos que, por razón de su trabajo, los convierten en canguros las casi
veinticuatro horas del día, algo que totalmente respeto pero no comparto. Los
abuelos hoy son personas jóvenes que deben ser respetados en su autonomía e
independencia, que deben seguir integrados en la sociedad en un constante
reciclaje para no perder el tren de la modernidad. De ninguna manera pueden quedar
anclados en el pasado. Los abuelos deben ser personas serenas con capacidad de
mostrar el lado bello de la vida, capaces de hablar con sus nietos de cualquier
tema que a ellos les interese, capaces de conjugar, sin nostalgias, el pasado,
el presente y sobre todo el futuro. Los abuelos deben transmitir valores, pero
también actualización de los mismos, porque, para muchos nietos son el mejor
paisaje que pueden contemplar desde su ingenuidad, magia y lógica, la mejor
respuesta a su incipiente despertar, repleto de curiosidad, interrogantes,
ilusiones, etc. pero habría que poner punto final al concepto ancestral de
abuelos cronistas nostálgicos del pasado, repartidores de golosinas, cuenta
cuentos y receptores pasivos de cuanto les vaya cayendo.
Voluntad de cambio, diálogo, elegancia,
actualidad, independencia comprensión, etc..., etiquetas que reivindico para
los abuelos, si bien, cuando, por razones de salud, precisen dependencia, será
algo que en justicia y por amor, hay que prestarles con generosidad, desinterés
y, sobre todo, con mucho amor.
Los nietos: el mejor regalo que nos puede dar la vida