martes, 7 de julio de 2015

hacienda querida

DIAEIO CÓRDOBA
07/07/2015

Pues sí, cada año, cuando la Renta se pone en marcha, una íntima rebeldía me sale a flor de piel. Vaya por delante que como buena ciudadana entiendo las justas contribuciones que hay que hacer a la Hacienda Pública, de la que todos nos beneficiamos, pero no es esa la causa de mis malos humos que hoy, un año más, se traducen en una pregunta que me repito y para la cual no encuentro respuesta. 
Veamos. Posiblemente por la gracia de Dios, pero sobre todo por el fruto de mi trabajo, soy escritora. Trabajo que comienza, cada día de mi vida, a las cinco y media de la madrugada y que no siempre, como puede pensarse, es algo a lo que alegremente se accede con la risa hasta las orejas. No, esta extraña costumbre tiene nombres como disciplina, responsabilidad, constancia, vocación, etc. Y esa práctica, incomprensible para mucha gente, tiene costos psíquicos que se llaman cansancio, agotamiento, estrés, privación, depresión a veces, soledad, casi siempre. 
También, como todo esfuerzo, puede, y es mi caso, que, con los años, dicho trabajo se vea recompensado: publicaciones anuales que gratifican muy íntimamente, y hasta con ciertos beneficios económicos por derechos de autor y que si bien son casi nada, cuando suman, reportan unos ingresos que se esperan para reinvertirlos en renovar elementos imprescindibles: PC, impresora, papel, luz, CD, grabadoras, fotocopias, vIdeos, envíos, etc. ¿Y qué pasa cuando llega la Declaración de la Renta? ¿Y cuál es la causa que desencadena mi rebeldía? Pues que Hacienda se lo lleva todo, y mi pregunta es ésta: ¿qué recibo yo a cambio? ¿Qué prestaciones tengo de toda una vida trabajando en pos de la cultura y la educación? 
No recibo nada, no hay prestaciones, ni degravaciones que valgan. Pienso, por mí y por tantos escritores, pintores, músicos, etc., que tales pequeños ingresos no deberían tener presión fiscal, sino, por el contrario, de alguna manera ser recompensados. 
¿Qué sucedería si la música, la literatura, el arte en general se cruzaran de brazos y dejaran de producir? Salva la vocación, pero habría que considerarla, premiarla y no gravarla.




No hay comentarios: