DIARIO CÓRDOBA/ OPINIÓN
ISABEL Agüera 12/01/2016
Hoy, amigos,
leemos la prensa.
Uno tiene en
sus manos el color de sus días... (Mario Benedetti)
Sí, a eso que llamamos
rutina, podemos imprimirle cada día nuevo color.
Recuerdo las palabras de un amigo que, operado de una grave dolencia, me
decía: solo quisiera poder volver, un día
siquiera, a tomar un café en mi bar de siempre. Y por experiencia creo que
sabemos cuánto se valora lo que se pierde por pequeño que sea, y no digamos lo
grande que siempre, pero más que nunca hoy día, puede ser perder el trabajo.
A veces creo que nos autoengañamos, contándonos las maravillas de unas
vacaciones, ya que, por lo general, y ante un acto de sinceridad, es muy
frecuente exclamar que como en casa no se está en ninguna parte y hay que ver
con la gana que retomamos nuestro sillón, nuestra cafetería, nuestra ciudad. La
trampa de la rutina --V. Hugo-- se desarma mirando excepcionalmente lo no
excepcional. Y es que nuevo y excepcional podría ser ese subir al "carretilla"
de cada día y hacerlo excepcional, porque lo es: tener salud, poder salir a la
calle, tener un trabajo, una familia, amigos...
Es por eso que consciente del valor de cada pequeña cosa, aún tragando
"carbonilla", me emocione al despertar.
Sí, un día más, un día
excepcional para ver a la gente, a la familia, salir a la calle, sentarme en mi
ordenador, ver correr las nubes, tomarme un café, mientras pasa el autobús
vacío de las seis de la mañana. Vivir, es la la más excepcional de las rutinas. No dejemos que sea monocolor.
¡Qué cariño le tengo a la vieja estación de mi pueblo! Vías, trenes, gente,
cantina y aquella perezosa campana que anunciaba la llegada y salida de trenes.
Hoy, puertas cerradas, vías muertas, clausurada la vida... Pero me sigue
gustando, la sigo queriendo; es mi estación de tantas salidas y llegadas...
Hoy, vuelvo a subir a mi cantor y humeante "carretilla" excepcional
rutina.
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