miércoles, 30 de julio de 2008

CON EL CORAZÓN

CON EL CORAZÓN: A SOLEDAD GRANADOS

No sé qué palabras elegir para homenajear con ellas a una mujer que se nos fue cuando ya era presente la primavera en los verdes y cuando mis propósitos de visitarla en su ciudad de residencia Granada, volvían a ser urgencia por sus palabras al teléfono que si bien, como los grandes, trataban de ocultar su grave estado de salud, no escapaban a la evidencia que presentía en ellas.
Se llamaba Soledad Granados y durante años fue mi profesora de matemáticas, y la de muchas alumnas cordobesas, allá en la querida e inolvidable Plaza de la Concha.
Y en esta hora, cuando un día más la vida me llega con el amanecer en mi avenida, no puedo dejar de recordarla porque ella nos distinguió con su más puro afecto, con su más noble y generosa condición de mujer sabia para la cual jamás creció hierba en el camino de su dedicación y fe.
Es por eso que sólo me queda por hacer lo único que sé y puedo: abrir el micro de mi corazón y darle cuerda a estos sentimientos que, como potente voz, la seguirán recordando, imitando, mientras mis alas sigan izando vuelos en los días.
Parafraseando a Miller digo: No se puede ver la rosa en un sótano pero se puede percibir su perfume, y la fragancia de Soledad Granados, águila que voló en grandes alturas, nos impregó a todos los que la conocimos y quedó para siempre prendida en nuestra piel porque el aroma de Soledad tenía nombres: vocación, amor, amistad… que es como una suerte que nos inciensa hasta después de la muerte, porque basta saber que existe, que existió para que en nuestra vida podamos entonar el himno de fe en el ser humano.

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