viernes, 11 de julio de 2008

JUBILADOS Y A CALLAR

Jubilados y a callar
08/07/2008 ISABEL Agüera

Cinco cosas me agradaban mucho --dice Santa Cruz -- leña seca para quemar, caballo viejo para cabalgar, vino viejo para beber, amigos ancianos para conversar y libros antiguos para leer.
Sí, yo también, adherida por completo al progreso, a lo nuevo, creo de justicia reivindicar el valor tan sabroso de todo aquello que fue marcado por los años, porque es cierto que se experimenta gran alegría con ambiciosos proyectos, alegría de poder servir para mucho, alegría por el vigor de nuestro cuerpo y la lucidez de nuestra mente, pero hay también, y, sobre todo, la inmensa alegría de servir, aunque solo sea para algo, porque ¡qué triste sería el mundo si todo estuviera terminado, si solo hubiera lugar para cabezas privilegiadas y rascacielos giratorios, si no hubiera ni una sola planta que sembrar, ni una lágrima que enjugar ni una sonrisa que compartir!
Hoy día, a los jubilados en plenitud de la vida se les arrincona, se les arroja oficialmente a la papelera, se les manda callar y solo hay para ellos una mención, un recuerdo, cuando políticamente interesan. Pero la evidencia es la gran lección que todos podemos entender, y los jubilados hoy más que nunca son buena prueba de cuánto puede hacer un hombre, una mujer cuando deja de producir en el sentido económico de la palabra: jubilados estudiando, colaborando en obras sociales, culturales, abuelos y abuelas con responsabilidades, muy superiores a veces a su capacidad física, con respecto a hijos y nietos.
Jubilados prestos a todo y a todos, pero, eso sí, exentos, por su carnet de identidad, de las más variopintas posibilidades. Jubilados, un punto y aparte que ya no interesa, pero a los que yo exhorto a no rendirse: seguimos con manos, luego una pequeña escoba por hacer porque el tiempo no se detiene y si es bueno conocer los nombres de las flores, mucho mejor será esforzarse para crear una flor nueva.
* Profesora y escritora

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