miércoles, 29 de octubre de 2008

TIEMPOS EN EDUCACIÓN

VALORES.
Tiempos en educacion
29/10/2008 ISABEL AG ERA
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Llevo días que, como muletilla instalada en mi cabeza, no ceso de darle vueltas a las últimas estadísticas que he conocido acerca del resultado de la educación y de los alumnos, hoy.

Sin matices, sin lugar a dudas, todo el mundo se engancha al carro de confirmar que sí, que los alumnos de hoy son peores que los de ayer, que saben menos, que se esfuerzan menos, que respetan menos, etc.

Bueno, estas aseveraciones me sacan de quicio porque, los que afirman todo esto en una absurda comparación, posiblemente no hayan reparado en algo esencial: que los alumnos de hoy no son los de ayer, que el concepto de familia de ayer nada tiene que ver con el de hoy, que la sociedad que nos precedió no era ni prima hermana de la actual, que todos somos distintos a lo que fueron nuestros padres y a lo que fuimos nosotros mismos.


No obstante, jamás se tacha de malas amas de casa, de cómodas y déspotas señoras, por ejemplo, a las que ayer lavábamos en pilas y ríos y hoy en cómodas lavadoras. A nadie se le ocurre pensar que el escribir en ordenador sea una comodidad baladí e innecesaria, añorando, así, las viejas máquinas.

El día de hoy nada tiene que ver con el de ayer, ¿por qué, pues, no ocuparnos del presente y hacerle cara como corresponde? Creo que, como dice M. Harold, deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá. Estoy convencida de que, coronar la cima en educación, no es patrimonio de nadie porque su dinámica es tan activa y cambiante como la vida misma.

Hacernos el relevo de la antorcha, sí, mejorar el pasado sí, soñar con un futuro casi imposible, sí, pero sentarnos en el sofá a vivir de añoranzas y comparaciones, no.

Llenemos nuestras vidas de voces, caras, días. Llenémoslas, sobre todo, de ilusiones nuevas, de huellas nuevas que sirvan de referencia mañana.

En educación, como en todo, no hay más tiempo que el presente.

domingo, 26 de octubre de 2008

DEJA A ESE CANARIO CANTAR

ESE CANARIO QUE CANTA Cristobal Vega Álvarez
Ese canario que te cantaal despertar de tu alborada
es un usurpador de trinos
que los ha robado de mi alma.

Náufrago, sin puertos de amparo
entre las estrellas del alba,
exhausto, perdida la fe
en alcanzar la última playa,
picoteando en el tesoro
de mis sueños y esperanzas,
el pájaro me los robó
para el albor de tu terraza.

Intenté denunciar el plagio
en cualquier juzgado de guardia,
más lo pensé mejor y vi
que mi medida era inextacta.

-(Nada se resuelve en la vida
con el castigo o la venganza)-

… Y que los trinos de un canario
que besan dulcemente tu alma
es el más bello y dulce de los néctares
en las oberturas del alba.

¡¡Déjale que siga cantándote
en las madrugadas
y deja al poeta que sueñe
junto a tu terraza!!


Quiero que sean sus versos el mejor homenaje que pueda rendirle a un poeta y amigo como éste que se nos fue. Isabel

viernes, 24 de octubre de 2008

ENTREVISTA LUIS DEL OLMO


MARATONES, NO


Con bastante frecuencia mi Avenida se torna delirante maratón. La algarabía que conlleva el evento me saca inexorablemente a la terraza. Miro, observo y reflexiono.
La cabeza de la carrera, apretada competición, sin duda alguna: no saben, no ven, no entiende. Sólo correr, y llegar ¡a ver quién el primero!. Después, el jadeante pelotón, también interesada rivalidad entre segundones. Finalmente, los extenuados y solitarios perdedores que, no obstante, a porfía con ellos mismos, y con la lengua fuera, llegarán ¡Dios sabe cuándo!, pero la meta será suya, y el placer de haberla alcanzado. Así son tales retos.
En estos días muchos son los estudiantes que se enfrentan, bien al tan mal visto examen de selectividad, bien al final de unas evaluaciones que les darán el espaldarazo preciso para promocionar o, por el contrario, los anatematizarán como no aptos para promocionar con las consecuencias que para familia, sociedad y, sobre todo, para los alumnos mismos conlleva.
Y es que hemos planteado la vida como una auténtica maratón en la que a nadie se le permite formar parte del pelotón, ¡y no digamos de la cola! Así nuestros hijos viven días de auténtica angustia a la espera de unos resultados que poco o nada dicen de lo que en realidad son ellos, sus capacidades, aptitudes, etc.
Hay que preparar a nuestros pequeños, jóvenes para aceptar derrotas, incluso injustas, pero no por eso deben decaer en ilusión para intentarlo de nuevo. No pasa nada, ni hay que dramatizar por unos desafortunados resultados. La vida es continua lucha, pero sin esgrimir antorchas, sino ganando el pulso a las caídas. Grabando una y otra vez nuestro esfuerzo, no en la corteza de un árbol sino en lo más profundo del alma, porque la vida es tan corta que no da para más.
Maratones, no, y menos en educación. Cada ser humano tiene su propia meta. No le pongamos jamás el signo del igual.
Casi toda la vida se reduce a luchar por levantarnos cada vez que resbalamos y caemos al suelo como el caracol. ¿Sabes qué hacen cuando esto les sucede? Lo intentan una y otra vez, sin descanso y sin demora.
Esta es la realidad que nos aguarda, pero la conciencia estará tranquila y podremos dar por bien empleado nuestro tiempo, si pusimos todo tu esfuerzo en el empeño.

miércoles, 15 de octubre de 2008

PERDER EL NORTE


Perder el norte
15/10/2008
ISABEL AGÜERA
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Partidaria al máximo de los aprendizajes tempranos quiero, no obstante, matizar una cuestión que de toda la vida me ha preocupado, y me preocupa, máxime en los tiempos que corren.

Y es que se ha instalado en las familias una especie de estrés colectivo y competitivo que, dislocando el más importante de los objetivos, educar individuos libres, responsables, felices, etc., camina de cara hacia una meta única que conlleva la más absurda e ignorante maratón: Que los hijos aprendan mucho y pronto a costa de lo que sea: clases extras, estudio, tareas, etc.

Por supuesto que, hoy más que nunca, la sociedad nos va a exigir individuos instruidos, educados y hasta experimentados en muchas disciplinas pero nada va a acelerar este proceso, largo, muy largo, si forzamos a nuestros hijos, alumnos, a entrar de cabeza en el circuito, cuando aún no les hemos enseñado a dar los primeros pasos.
Me contaba una profesora de inglés que, cuando trataba de enseñar los colores básicos a pequeños de tres años, una alumna, repetía enfadada y como autómata: el "achul" no es blue; es "achul"; lo ha dicho mi mamá. La anécdota suscita risa pero, más allá de la conveniencia de los aprendizajes tempranos, hay un casi drama palpable: las prisas no sirven para nada.
El comprender debe preceder al aprender. ¿No habría que empezar por enseñarles que azul no es "achul"? Que sepan, como robot, y cuanto antes y más mejor es lo que importa.
Y a la rastra, medio dormidos, sin faltar un día, desde los tres años, a clase, que el tiempo apremia y el vecino sabe y el primo sabe...
Creo que hemos perdido muchos nortes y el de la educación, peor que perdido: lo estamos desquiciando con exigencias que han borrado del escenario de la infancia palabras como juego, felicidad, placer por aprender.
No estaría de más que, de vez en cuando, repasáramos los derechos de los niños.

lunes, 13 de octubre de 2008

sábado, 11 de octubre de 2008

¡ADELANTE, AMIGOS!

¡ADELANTE, AMIGOS!
Como decía Henry Miller, no hay que ordenar el mundo, porque el mundo es la encarnación del orden. Somos nosotros quienes debemos ponernos al unísono con ese orden.

Y esto os lo escribo una espléndida mañana de otoño, cuando el cielo de mi Avenida es filigrana de nubes, y el viento fresca brisa que, en lluvia de hojas, matiza de nostalgias esta llegada lenta del alba.

Cansada ya, sí, de muchos trabajos, pero con las manos extendidas siempre a la ilusión y a la esperanza, os digo con mis mejores palabras:

¡Adelante, amigos! Somos personajes de excepción de este provisional escenario que es la vida. Representemos, con la mayor perfección posible, el papel que nos ha sido asignado, porque en ello encontraremos la recompensa.

Nacimos con un proyecto debajo del brazo: Colaborar a que este nuevo Día sea como luminoso arco iris que, de extremo a extremo del universo, luzca fecundo para todos los seres humanos.
No hay tiempo que perder.

Somos criaturas en cuyas miradas asoma el alba.
Somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer.
Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo
y lo ilumina en blanca vorágine de altura. Somos belleza y amor.
Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad.
Y es que la felicidad radica en ese saber encontrar, a solas, la magia de los momentos.

A veces se apodera de nosotros una especie de conjura para exterminar lo más hermoso que fue dado al ser humano: capacidad de crear, de sentir, de compartir, de amar la belleza que emana de este gran día de hoy que nos toca crear.

No dejemos en blanco esta hermosa página que es el hoy y el ahora. Nuestra obra exige esfuerzo, sí, pero la recompensa la tendremos al final, cuando tengamos que presentarla al concurso del Creador.

lunes, 6 de octubre de 2008

ALTO Y CLARO

Alto y claro
30/09/2008 ISABEL Agüera
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Me da la risa al recordar la cara de tontos que se nos quedó a todos cuando, finalizada una importante conferencia, se abrió turno de preguntas. El mutis, tenso y hasta espectacular, duró unos minutos en los que, solapadamente, nos mirábamos unos a otros cómo interrogándonos: ¿Tú has oído algo? ¿Tú has entendido algo? ¡Nada de nada!
Más de una hora soportando un tan leve murmullo que ni tan siquiera llegaba a serlo porque el conferenciante, como si repasara una lección de memoria, leía y leía para él solito, mientras la audiencia, disimulando bostezos, soportábamos la tortura de una hora larga de quietud sin oír, ni entender nada.
Hace años aprendí algo que jamás he olvidado, cuando tengo que intervenir en público: Es imprescindible que se produzca la retroalimentación entre orador y oyentes u escuchantes --feedback-- , el cual se traduce en un proceso de compartir, comunicar y al mismo tiempo sentirse alimentado, comunicado por el interés, la atención, etc., del personal.
Cuando hablamos para ser escuchados está claro el objetivo de comunicar nuestro mensaje a fin de lograr cierto efecto en el ánimo de los que escuchan, y el éxito para que así sea depende de una combinación entre talento, que es algo innato, y lo adquirido por la práctica y el estudio. La oratoria es a la vez un arte, una ciencia, una técnica y un instrumento, y el orador debe practicarla con elegancia, brevedad, sencillez, claridad...
¿Qué diría Demóstenes y los célebres helenos, si levantaran la cabeza? Claro que eso, ¿a quién importa, hoy? ¡A bien que no tenemos arrinconados nuestros viejos libros de filosofía, historia, etc.!
Pero yo pienso que es una tremenda falta de respeto, un asalto, un atropello, someter a un público a tales aburrimientos y que por ello habría que detenerse algo más en las forma y, al menos, aprender a leer. ¡Alto y claro, por favor, queridos conferenciantes!
* Maestra y escritora

miércoles, 1 de octubre de 2008

APRENDAMOS DE LOS NIÑOS

Aprender de los niños
01/10/2008 ISABEL
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Tanto a nivel profesional como en mi constante convivencia con niños en cualquier lugar, y en honor a la verdad, confieso que es mucho más lo que he aprendido, lo que aprendo de ellos, que lo que ellos hayan podido aprender o aprendan de mí.

La última lección y, por lo que tiene de maravillosa, la cuento, la han protagonizado mis nietos de tres y cuatro años. Los entretenía repasando un álbum de fotografías en el que los ellos, desde el día que nacieron, estaban presentes en todas y cada una. El de tres años, muy rellenito, las miraba, y no gustándose, repetía: Ese no soy yo. Y una especie de halo triste lo envolvía. El hermano --cuatro años--, plenamente consciente de lo que decía y con una angelical sonrisa, repetía: No, ése no eres tú; ése soy yo.
Paulo Coelho dice: Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea. De acuerdo total con las tres, pero desde la experiencia de mis nietos, no tengo más remedio que añadir una cuarta cosa importante: Los niños nos pueden enseñar la mayor lección de amor que puede darse entre seres humanos: la de apropiarse los defectos, los males, las penas del otro y hacedlas propias.
Sinceramente conmovida ante tan maravilloso espectáculo, me dije: Siempre lo he sabido pero hoy me ratifico especialmente en ello: los niños son lo mejor que tenemos. Y es lamentable cómo se nos escapa de las manos la infancia, años en los que se forjan valores fundamentales, cuando debidamente se les escucha, se les observa- Cuando, en definitiva, hacemos por ellos algo más que colocarles en las manos todo lo que nos van exigiendo.
El niño es el gran valor que debemos custodiar. Seamos, pues, conscientes de nuestra gran responsabilidad y de la gran trascendencia que para ellos supone.
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