sábado, 11 de octubre de 2008

¡ADELANTE, AMIGOS!

¡ADELANTE, AMIGOS!
Como decía Henry Miller, no hay que ordenar el mundo, porque el mundo es la encarnación del orden. Somos nosotros quienes debemos ponernos al unísono con ese orden.

Y esto os lo escribo una espléndida mañana de otoño, cuando el cielo de mi Avenida es filigrana de nubes, y el viento fresca brisa que, en lluvia de hojas, matiza de nostalgias esta llegada lenta del alba.

Cansada ya, sí, de muchos trabajos, pero con las manos extendidas siempre a la ilusión y a la esperanza, os digo con mis mejores palabras:

¡Adelante, amigos! Somos personajes de excepción de este provisional escenario que es la vida. Representemos, con la mayor perfección posible, el papel que nos ha sido asignado, porque en ello encontraremos la recompensa.

Nacimos con un proyecto debajo del brazo: Colaborar a que este nuevo Día sea como luminoso arco iris que, de extremo a extremo del universo, luzca fecundo para todos los seres humanos.
No hay tiempo que perder.

Somos criaturas en cuyas miradas asoma el alba.
Somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer.
Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo
y lo ilumina en blanca vorágine de altura. Somos belleza y amor.
Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad.
Y es que la felicidad radica en ese saber encontrar, a solas, la magia de los momentos.

A veces se apodera de nosotros una especie de conjura para exterminar lo más hermoso que fue dado al ser humano: capacidad de crear, de sentir, de compartir, de amar la belleza que emana de este gran día de hoy que nos toca crear.

No dejemos en blanco esta hermosa página que es el hoy y el ahora. Nuestra obra exige esfuerzo, sí, pero la recompensa la tendremos al final, cuando tengamos que presentarla al concurso del Creador.

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