ISABEL Agüera 30/08/2012
Dedicado, con inmenso cariño, a todos los que sufren ataques de pánico, ansiedad, fobias, en general, que tanto incapacitan y hacen sufirir.
Siempre un faro, pequeña luz que nos señala el camino,
el fin, por muy oscura que sea la noche.
¡Pues, sí! Llegó la hora de que explique algunas cositas, más que nada por si le sirven a quien pueda sufrir esta misma fobia. También para los que me ven con el carrito de la compra domingos y festivos y me recuerdan que está cerrado el súper.
Y que no, que no soy ludópata, ni alcohólica- ¡Qué va! Eso es lo que me preguntaba alguien, a media voz: "¿Es que te gustan las maquinitas?". No, querida amiga, tranquila que no van por ahí los tiros. Agorafobia, para los profanos, es una palabra que procede de los términos griegos ágora-plaza y phobos-miedo. Por consiguiente, la agorafobia es un trastorno de ansiedad que consiste en el miedo a los lugares abiertos por insignificantes que sean y el temor a sufrir una crisis de pánico que, súbitamente, aparece con un cuadro clínico caracterizado por el aumento de la frecuencia y presión sanguínea, la respiración agitada, sudor, sensación de ahogo, mareo, temblores, despersonalización y un largo etcétera de síntomas tremendos por el mero hecho de tener que traspasar el quicio de tu puerta o simplemente por estar de pie en medio de un lugar abierto.
Y, sí, yo soy una más de los muchos seres humanos que viven recluidos en sus casas sin ser capaces de dar un paso fuera de ellas. ¡Y claro que sí, que he salido, que he trabajado, que he luchado y que sí que lo sigo haciendo!, pero, ¡cuánta incomprensión! Por ocupar un aparcamiento reservado para minusválidos un tremendo día en el que no me atrevía a salir del coche, perdí a un muy querido amigo. Sonrisas, miradas y un lago, ¡ejem, ejem!, por estar sentada, por ejemplo, mientras los demás permanecen de pie. Mi vida laboral y mi vida en general, un auténtico calvario, desde niña, pero también una superación sin tregua.
No estás solo, querido agorafóbico. Al menos, somos dos. Agárrate a lo que puedas, sal fuera y camina, aunque sea mirando solo el reducido espacio del paso siguiente. Intégrate en el paisaje de la vida, porque todos, de alguna manera, estamos sometidos a presiones, fobias, miedos... Y ten por seguro que sé, exactamente, cómo te sientes.
* Maestra y escritora
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