miércoles, 23 de septiembre de 2009

Autoridad por ley

Autoridad por ley
23/09/2009 ISABEL AG ERA
Hoy, tal vez con más razón que nunca, recurra a una frase que justifique mi "osadía" al abordar un tema tan polémico y controvertido como la propuesta ley de dotar a los profesores de autoridad pública. La única fuente del conocimiento -dice Einstein- es la experiencia. Y precisamente la experiencia es la causa que me compromete y avala a opinar, lejos de toda ideología política.
Para empezar pienso que cuando una cosa es justa, es buena, no precisa nuevas leyes sino el cumplimiento de las ya vigentes, y pienso, porque lo he podido comprobar cientos de veces, que la autoridad no se impone, se gana, se desprende o no de la persona. No obstante, la realidad por la que pasa el magisterio, hoy, es deleznable: padres y alumnos -siempre con salvedades- en constante práctica de la cultura de la denuncia.
Con eso hay que terminar porque no sólo es vergonzante sino injusto e imprime tal desánimo que una especie de absoluta apatía se va instalando en una profesión basada, ante todo y sobre todo, en un equilibrio confiado y respetuoso entre profesor y alumno.
Cuando hablamos de restaurar la autoridad no creo que estemos reivindicando volver a fórmulas ancestrales y dictatoriales, sino sencillamente a lograr que el profesor consiga que sus directrices sean acatadas con normalidad y en el caso de que esto no suceda, con la consiguiente conflictividad que se origina, pueda actuar con responsabilidad y apoyo, sin tener que sentirse continuamente retado, acusado y acosado por padres y alumnos. Vivimos inmersos en tremendos cambios y la autoridad, en todos los ámbitos, no podía ser una excepción, pero jamás, con el tú o con el usted, por ejemplo, habría que saltarse las buenas normas de convivencia y respeto mutuo.
Desde mi punto de vista, apoyo social a tope a la figura del maestro tan desvalorizada pero, al menos para mí, no querría el rango de policía.

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