15/09/2009 ISABEL Agüera
Las nieves del tiempo platearon mi sien... ¿Qué hago yo a estas horas de la madrugada tatareando el viejo tango Volver ? Debe ser, sí, eso es, que llevo días oyendo a gente cercana quejarse deprimida por el fatídico volver al trabajo, a la rutina, a la cotidianidad. Volver y volver, día a día, a idéntico panorama.
Vivir con el alma aferrada al dulce recuerdo de los días de ayer, días de playa, montaña, días de chanclas y pantalón corto, días de no ver la cara del jefe, del portero, del vecino... Días, para muchos también, de tumbona y aire acondicionado bajo el techo de su dulce hogar.
Sentir que es un soplo la vida... No, eso no; de reflexiones románticas, comprometidas y edulcorantes, ¡ni hablar! Lo que importa, ahora, es el fastidio del volver, del regreso...
¡Huy, huy! Es como si en el horizonte de nuestras miradas no existiera más paisaje que la nube negra, opaca, del día tras día sin nada, sin nadie que nos saque de la monotonía que devora la vida. Pero no es así; existe también la palabra empezar, despertar y ver cómo crece la mañana, cómo son maravillosas las tardes plomizas que se avecinan, la lluvia, los arroyos, las nubes, las sonrisas de los niños, la nostálgica mirada de los ancianos, la fuente, la flor, la salida o puesta de sol, y ese café caliente que tomamos en las mañanas, la brisa de la tarde que nos cubre de aromas y nostálgicos recuerdos, y las noches con miles de estrellas que nos espían, y la familia, nuestras fiestas...
¡Cuántos motivos para empezar ilusionados a protagonizar la aventura de seguir vivos! Sentir, sí, que es un soplo la vida, que no existen un día más, un día sin color en la corta historia de nuestra existencia.Vivir con el alma aferrada al dulce recuerdo de los días de ayer, días de playa, montaña, días de chanclas y pantalón corto, días de no ver la cara del jefe, del portero, del vecino... Días, para muchos también, de tumbona y aire acondicionado bajo el techo de su dulce hogar.
Sentir que es un soplo la vida... No, eso no; de reflexiones románticas, comprometidas y edulcorantes, ¡ni hablar! Lo que importa, ahora, es el fastidio del volver, del regreso...
¡Huy, huy! Es como si en el horizonte de nuestras miradas no existiera más paisaje que la nube negra, opaca, del día tras día sin nada, sin nadie que nos saque de la monotonía que devora la vida. Pero no es así; existe también la palabra empezar, despertar y ver cómo crece la mañana, cómo son maravillosas las tardes plomizas que se avecinan, la lluvia, los arroyos, las nubes, las sonrisas de los niños, la nostálgica mirada de los ancianos, la fuente, la flor, la salida o puesta de sol, y ese café caliente que tomamos en las mañanas, la brisa de la tarde que nos cubre de aromas y nostálgicos recuerdos, y las noches con miles de estrellas que nos espían, y la familia, nuestras fiestas...
¡Venga ya! Dejemos de llorar los dulces recuerdos de ayer y vivamos el empezar los de hoy, estrellas fugaces que en un abrir y cerrar de ojos vuelan pero nos dejan el eco maravilloso de su destello en nuestras pupilas
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