miércoles, 13 de marzo de 2013

Tener clase


 Es cierto que está de moda el ir alardeando de buena imagen, raíces, buen verbo... presumiendo y pregonando a los cuatro vientos una cierta indiferencia por determinados valores y una excesiva preocupación porque se nos vea lo progres e integrados en la modernidad que estamos. Decía Balzac: El hombre, la mujer que en la moda sólo ve moda, es idiota.

Y es que la gran belleza, aquella que es hija de todos los tiempos, las belleza que imanta y arrebata no depende exclusivamente, ¡ni mucho menos! de esa envidiable apariencia que, a base de estar atentos al último grito del consumo queremos adherir a nuestra piel. La belleza, la buena y cautivadora figura, olor de multitudes, poco o nada tiene que ver con este frenesí, mito de los tiempos y fruto de los medios de comunicación que, constantemente, nos bombardean con maniquíes, vacíos de alma, si bien luzcan todos los atributos exigibles para la seducción.

Pero, ¡cuántos a la caza de esa suprema imagen descuidan, desprecian lo esencial!. También Balzac solía repetir que el espíritu del hombre se adivina por su forma de llevar el bastón, y yo, sin despreciar por supuesto los signos por pequeños que sean e incluso las insignificancias, a un taxista anónimo que me ha cautivado por su educación, nobleza de alma, por su estilo y clase, quiero decir desde está mi sencilla columna que su halo me ha provocado sentimientos de ternura y amor.

Y ha sido su saber estar, el confesar humildemente su ignorancia, sus largos caminos de respetuosos silencios, su compostura, su obsesiva complacencia... ¡Cuánto tendríamos que aprender de un aparente vulgar taxista! Jamás deberíamos negar la entrada en nuestra vida a un hombre, mirando sólo su imagen, su apariencia, porque de hacerlo nuestra vida jamás será completa. La nobleza de espíritu es lo que importa. La elegancia, el saber estar siempre dónde y cómo nos corresponde, es nobleza con mayúscula, porque no son los hábitos los que importan; sino el alma que hay bajo ellos, pero si además somos capaces de asumir con dignidad las modas, estaremos en el blanco justo de la diana.





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