martes, 22 de abril de 2014

Día del libro


EN EL DÍA DEL LIBRO, UN BESO Y UN FRAGMENTO POETICO DE MI OBRA INÉDITA: “RECUERDOS”


                         Precioso  Puente Romano de mi pueblo, casi único tal cual. Maravilloso.

Atardeceres de mi pueblo en primavera. Calles largas de sol, poseídas ya por generosa floración de geranios y gitanillas, algarabía de chiquillos en horas de recreo, piar de pájaros que sobrevuelan árboles y  tejados, bandadas de vencejos en sonora algarabía por los campanarios y  un verde en los campos crecidos en lluvia y soles.
Como los trigos, las cigüeñas, las amapolas, llegaban  también, cada año, con la primavera, los gitanos. Y llegaban con sus canastillas de mimbre y graciosas  “enjugaderas”, con sus cacharros de hojalata y cargados de churumbeles  que, medio en cueros, corrían por las calles  en creativos bailoteos, agradecioendo la caridad de la gente.
Y recuerdo una tarde, casi única en mi vida. El sol en anaranjado crepúsculo declinaba dorando las piedras del viejo puente romano. El cementerio, crecido en cipreses que  zigzagueaba en sombra por el río. Las  calles, las plazoletas, balcones y ventanas lentamente abandonaban el  silencio negro, misterio, miedo, secuelas trágicas en aquellos años de la posguerra. Los religiosos toques del Ángelus irrumpían como halo de paz y oración.
Y yo, niña de cuentos, juegos, niña de sueños, desafiando encantamientos y maleficios, me acerqué al mísero y humeante campamento gitano, aparcado bajo nuestro singular puente romano, dibujo del más bello de mis mágicos sueños.
Y allí, una burra seca que se revolcaba en el tierno verde de la hierba, y canalillos de agua que corrían por entre los pies descalzos de los gitanos,  y canciones, palmas y zapateados, y allí, fuego, mantas por los suelos, ramos de jazmines, garrafas de agua...Y allí mi más insólito descubrimiento, un indescriptible olor, mezcla de paja, pringue, humo, caminos, conjuros, magias… historias.
Daban las doce campanadas de la noche en el reloj del Ayuntamiento. Por mi balcón una luna llena que me arrebataba en precoces éxtasis de nostalgia. Imaginaba al campamento gitano tendido en el suelo, bajo las estrellas, canto precoz de grillos, aire mago de la noche en sus rostros.
 Y aquella niña de diez años escribió en la tela de su almohada, una singular frase: Quiero ser gitana.

No hay comentarios: