sábado, 5 de abril de 2014

ESTO ES AMOR





Él, octogenario, cargado de dolores e impotencias, vivía solo en casa de vecinos en un viejo barrio. Cada mañana, en invierno y verano, doblado sobre un destartalado bastón, salía. Ella, en idénticas condiciones, arrastrando un carrito andador, lo más aseada que alcanzaban sus menguadas capacidades, también salía. Él y ella tenían como fin un destino común: La Caja de Ahorros del barrio. Allí, sentados, con el beneplácito del personal, pasaban las horas uno junto al otro, en silencio, viviendo en complicidad el aire acondicionado en los rigores del verano y la calefacción en los helados inviernos.
Él un día faltó. Ella, limpiándose los ojos con un pañuelo amarillento, repetía a unos y otros: Se ha muerto; ha sido de pronto. Y a partir de aquel día, a rastras con su andador, llegaba puntual y, entre sus manos, sin fallar, una florecilla cualquiera que colocaba en la silla vacía de él y por su mente un solo pensamiento: ¿Quién se encargaría de que no
faltara la flor cuando ella se fuera?

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