DIARIO CÓRDOBA/ OPINIÓN
Una vez más
es noticia en los medios de comunicación el mal trato recibido por ancianos en
una residencia.
Bien sé, y
conozco de primera mano, que esto no es lo normal en centros donde, por lo
general, los mayores reciben atención y cariño, pero un solo caso como el
mencionado, creo que no debe quedar zanjado en un telediario. Y más que a los
centros que de forma tan vejatoria tratan a los ancianos, yo culparía a los
familiares que no controlan, visitan, se preocupan, etc., de ellos y de saber
cómo son atendidos en cada momento.
Sucede que,
a veces, cuando un mayor ya no sirve ni para cuidar de los nietos, nos lo quitamos
de en medio como mejor creemos o podemos. Y es verdad que, cuando una persona
mayor o joven padece esa tremenda enfermedad del alzhéimer, cuando no conoce,
ni sabe, ni entiende, al menos para mí quisiera una residencia porque de lo
contrario se esclaviza y hasta se acaba con la vida de los hijos que nos
soportan pero que, no obstante, no pueden llegar a suplir todas las carencias y
necesidades que, a cada paso, precisa un enfermo.
Mi
preocupación por los mayores me ha llevado a concluir que, a veces, nos
olvidamos de la dignidad con la que deben ser tratados y que nada tiene que ver
ni con años, ni con enfermedades. Los acusamos de egoístas porque se resisten a
abandonar sus casas, los tratamos de tacaños porque miran más por el dinero,
los calificamos de nostálgicos cuando solo le quedan recuerdos, lágrimas y
dolencias.
Y no creo
que se trate de egoísmo la resistencia a abandonar el hogar. Es que los mayores
precisan un espacio y no solo una cama. No creo que se trate de tacañería sino
de las muchas necesidades básicas a las que tienen que hacer frente con una
mala pensión.
Callan lágrimas, dolencias y se refugian en los recuerdos, por no crear más problemas, pero ahí
siguen con un espíritu joven dentro de un cuerpo que no responde.
Por nosotros lo dieron todo; paguémosle con algo.
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