lunes, 8 de junio de 2015

El que pacta no come

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
   09/06/2015

Bueno, pues eso fue lo que me sucedió a mí en mis tiernos años y en familiar pacto. Se trataba de pactar con mis hermanos unas jícaras de chocolate. ¿Y qué pasó? Pues que la más lista de los siete se comió mi ración, dejándome con la boca abierta y sin saber hacia dónde mirar. 
Una frase de Goethe dice: No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan solo si marchamos por el mismo camino. Y en el caso de mi pacto chocolatero estaba claro que tal vez la ingenua propuesta de mi hermana tenía por camino otra calle: ración doble para ella. En estos días dos palabras se han convertido en muletilla que se engullen nuestro rico vocabulario: pacto y cambio. 
Entiendo poco, nada, de estos negocios entre políticos, pero uno, honesto al cien por cien, me dijo un día en los albores de la democracia cuando mis fervores me reconducían hacia el "apostolado" político: tú no sirves para esto, porque en política, para comer un bocado, tienes que comerte el de otro o lo que es igual; para subir un peldaño, hay que hacerlo pisando cabezas
¡Madre mía qué fuerte! ¡Qué va, si yo no sirvo para quitarle a otro su ración, ni, mucho menos para machacar ni tan siquiera la cabeza de un alfiler! Aprendí a pasar por tonta mirando la mano que con el índice me señalaba la luna, pero temía que la luna no fuera tal sino un enmascarar intereses y hacerme perder mi chocolate. 
Pienso, no obstante --ya voy siendo más listilla-- que no todo el mundo busca en los pactos ración doble y de ahí que perdamos el miedo a estas palabrejas que corren más que el "tío la lista" y esperemos, eso sí, que unos y otros, pacten o no, marchen por el camino que todos deseamos y esperamos que no es otro que el bien de España. ¡Venga, vamos por la madre esperanza!



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