DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
23/06/2015
Para trabajadores, en general, y en especial para el
magisterio, se viven en estas fechas días de despedida laboral, algo que,
paradójicamente, conjuga nostalgia, alegría, dudas, sobre todo, cuando la
jubilación se puede anticipar. Poner punto y final a una determinada profesión
a la que se le ha dedicado la mayor parte de nuestra vida, puede parecer algo
así como si nos diéramos de baja de todo y para todo.
Es cierto que nos
encontramos en una época en la que hay una decadencia del concepto experiencia,
es decir, la experiencia incluso profesional, la edad no es apreciada porque
representa el pasado. Física y estéticamente, el jubilado ocupa un papel no
deseable para la sociedad.
Mi opinión, no obstante, acerca del cese de un
trabajo no es más que una cima alcanzada. Desde niña me he imaginado la
existencia como un caminar por aquella línea quebrada que dibujábamos en la
infancia, un caminar hacia arriba hasta coronar un pico, lo cual no significa,
una vez alcanzado, que hayamos coronado la cumbre.
Con frecuencia se suele
exclamar dando felicitaciones y ánimos a los "cumbreros" de la
primera cima alcanzada que suele coincidir con la jubilación: ¡ea, ahora a descansar,
ahora la buena vida, ahora a vivir, etc.! Hay una frase que dice: Cuando más
trabajo es cuando no trabajo. Si no trabajara, la vida dejaría de interesarme.
Por eso, una vez más la conocida frase de Luther King: Si no puedes volar,
corre, si no puedes correr, camina, si no puedes caminar anda, si no puedes
andar, gatea. Pero hagas lo que hagas, siempre sigue hacia delante.
Ese es
precisamente el gran proyecto tras la jubilación: no quedarse parado viendo
cómo camina el mundo, sino seguir progresando e integrados en una sociedad que
si no valora la experiencia de los mayores, la necesita. La jubilación, a
veces, puede parecer un gran fantasma, pero bajo su trampa de sábana blanca
sigue la vida.
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